«Las gentes no cooperan bajo la división del trabajo porque deban amarse. Cooperan porque, de esta suerte, atienden mejor los propios intereses. Lo que originariamente impulsó al hombre a acomodar su conducta a las exigencias de la vida en sociedad, a respetar los derechos y las libertades de sus semejantes y a reemplazar la enemistad y el conflicto por pacífica colaboración no fue el amor ni la caridad, ni ningún otro afectuoso sentimiento, sino el propio egoísmo bien entendido.»

(Ludwig von Mises, La Acción Humana, Unión Editorial Madrid, 1986, pp. 264-265)

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