Paul Laurent
Para Martín Tanaka el liberalismo ideal es el socialdemócrata. Es decir, mientras más se parezca al socialismo más humano (¿inclusivo?) será. Y es más, recomienda autores muy de su gusto para ser “buenos liberales”. Ello sin importarle si realmente esos autores sigan esa tradición de pensamiento. Así es como menciona a autores “liberales” como Rorty, Rawls, Sen (el único interesante, a mi modesto entender, lo que no precisamente lo hace liberal) y habla de “ex liberales” como Karl Polanyi y Keynes que asumieron un mejor liberalismo al apostar por el estado benefactor.
Que sepa, Keynes fue sobre todo un tecnócrata adscrito al imperio británico y salió a la fama promoviendo las mismas políticas económicas antimercado que destruyeron las economías de todos aquellos países donde se aplicaron. En el caso de Polanyi, éste fue liberal en su juventud húngara junto con su hermano Michael, pero luego Michael se quedó sólo y Karl se hizo socialista en los revolucionarios años 30. Así pues, bien se puede decir que ni Keynes ni Polanyi fueron liberales, y sus obras los retratan.
Con esa misma convicción en miras de un “liberalismo popular”, Tanaka se afilia a la caricatura de considerar “libertarios” (léanse, fuera de la realidad) a autores como Hayek y Friedman como si los mismos realmente lo fueran. Desconoce Tanaka que dichos premios Nobel de Economía son muy distintos entre sí y que a pesar de ello ambos siempre apostaron por el estado y no sólo en su faz de “gendarme” (el ideal del siglo XIX).
En pocas palabras, el desconocimiento de una tradición de pensamiento como el liberalismo y su anulo correlato en la política práctica hace que respetables intelectuales como Tanaka se asuman capaces de armar una piñata con sus autores preferidos e ideas preferidas (básicamente no liberales) para recrear y proponer el liberalismo ideal, ideal para el no liberal Tanaka.
Lástima que esa sea la propuesta de su aproximación a estas ideas, pues lo interesante hubiera sido que hombres del nivel y prestigio de Tanaka se atrevan a auscultar los textos propiamente liberales y plantear críticas, comentarios y debates entorno a esos autores realmente adscritos a la defensa de las libertades individuales, los mercados libres y el estado de derecho. Esto último hubiera sido de gran valía (desde mi parcialidad, por supuesto), pero sobre todo hubiera sido interesante una aproximación de primera mano y no montando un liberalismo con piezas que no son parte de su acervo.