Frédéric Bastiat
Entretanto, si tornamos a considerar sobre el interés inmediato del consumidor, hallaremos que se encuentra en perfecta armonía con el interés general, con lo que reclama el bienestar de la humanidad. Cuando el comprador acude al mercado lo que desea es provisión abundante de lo que busca, que las cosechas se verifiquen en sazón, que las invenciones cada día más maravillosas pongan a su alcance mayor copia de productos y de satisfacciones; que pueda economizarse el tiempo y el trabajo, que desaparezcan las distancias, que el espíritu de paz y justicia permita disminuir el peso de los impuestos, que se releguen finalmente las trabas de toda especie, en cuyo caso el interés inmediato del consumidor sigue paralelamente la misma línea que el interés público bien entendido. Bien puede llevar sus votos hasta la extravagancia, hasta el absurdo, que nunca dejarán de ser humanitarios. Bien puede desear que su alimento y su abrigo, el techo y el hogar, la instrucción y la moralidad, la seguridad y la paz, la fuerza y la salud, se obtengan sin esfuerzos, sin trabajos y sin medida, en los mismos términos que las vías públicas, el agua del torrente, el aire que nos rodea y la luz que nos inunda, sin que la realización de semejante deseo esté en contradicción con el bien de la sociedad.
(Extracto de «Abondace, disette», en Sophismes économiques, Petit pamphlets I, Oeuvres complètes, Tome quatrième, Guillaumin et Cie., Libraires, Paris, 1854, pp. 11-12.)