Según Sinesio López, no hay mejor alternativa en plena “crisis del capitalismo global” que un gobierno local de socialistas. ¿Es el drama de pensar desde la provincia del estado-nación?
Ciertamente algún desavisado podría juzgar que la moda de la medicina homeopática tiene algo que ver aquí, pero la verdad está en que lo que ese llamado que sabe a arenga leninista propone es resolver la “crisis que vendrá” colocando en el poder a los que la provocaron ahí donde ya sucedió. Así de rocambolesco como se lee.
Cuando López en el último párrafo de su artículo Socialistas para gobernar el socialismo expresa que: “Los intereses económicos objetivos y las preferencias subjetivas de las clases medias y populares son mejor atendidos por una configuración macroeconómica de bajo desempleo y alta inflación, mientras una configuración de alto desempleo y baja inflación es compatible con los intereses y preferencias de las clases altas”, no hace más que plantear como remedio a la hipotética enfermedad que habrá de venir una medicina que está compuesta con los mismos elementos que la provocaron: toneladas de “políticas públicas” y su consiguiente ejército “tecno-político” que las formulará y gestionará (provecho para sus alumnos).
Como es de advertir, lo que López proyecta es que se proceda a devorar las reservas, al endeudamiento público y de hacer falta hasta el emitir dinero contante y sonante al más puro estilo del primer gobierno de Alan García. Ello en términos sencillos equivale a decir que se tire por la borda el esfuerzo de los últimos veinte años, un logro que no lo hizo ninguna política macroeconómica monitoreada por el “gran capital”, sino la pura necesidad de sobrevivir. Eso es lo que fueron las reformas de los noventa, unas urgentes y primarias medidas que se dieron para superar la mayor de las crisis que se tuvo desde los días de la Guerra del Pacífico (1879-1883).
Si ello López y compañía no lo entiende, difícil será que el socialismo que busca convertir en solución electoral se conviertan en una alternativa seria y viable. Todo lo contrario, podrían convertirse en los “bárbaros Atilas” que se enfrenten a una Roma no precisamente decadente, sino en plena ruta de ascenso. ¿El mismo ascenso que tuvieron otros países cuando en las particulares coyunturas de sus respectivos crecimientos se sucedieron sendas crisis económicas mundiales? Por ende, ¿será de tontos asumir en su favor la buena fe democrática?
Jugando a ser una especie de Alvin Tofller en versión aguafiestas, don Sinesio profetiza (¿politológicamente?) un colapso sólo comparable con el milenarismo más delirante: Ve tensiones y conflictos por doquier, agudas polarizaciones sociales y políticas y de contradicciones de todo tipo. Las ve. Así no existan, las ve. Y las que existen, todas ellas focalizadas y promovidas la más de las veces de manera deliberada por agitadores profesionales, las sueña replicadas a lo largo y ancho del territorio por los mismos agitadores profesionales. Y desde ese sueño advierte detalles conmovedores: la gente se torna más “perspicaz” (¿inteligente?), se hace “masa” y hasta (lo sospechamos) revolucionaria. ¿El prototipo de Santos, o el de Saavedra?
Como vemos, López vislumbra este 2012 y los años que siguen (¿hasta el 2016, cuando su opción vuelva a ganar las elecciones y lo vuelvan a traicionar?) con el mismo énfasis como en los años 80 vislumbraba cada paso de la delirante izquierda, tanto la que pujaba para ser demócrata, como la que fingía ser demócrata y como la que odiaba a los demócratas y a la democracia.
Sin duda, es cuestión de feeling. La sensibilidad apocalíptica de un profesor que no está dispuesto a comprender que el capitalismo no es un “modelo”, sino una infinidad de gente de todas las razas, credos, culturas y demás singularidades que lo único que buscan es moverse con la mayor libertad posible. Multitudes (masas) que desde esa aparentemente caótica independencia logran remediar sus cotidianos problemas sin necesidad de esperar el arribo de ningún santo justiciero. Por lo mismo, un mercado (gente) al que si se le intenta “gobernar” se le anulará lo mejor de sí, exactamente la especialidad de todo socialista del prototipo de Sinesio López.