Paul Laurent

Tafur en dos partes: En un artículo explora la posibilidad de la formación de un partido liberal y en otro artículo rechaza esa misma posibilidad ante el asomo de un grupo que está embarcado en ese fin.

Quizá a Tafur le espantó el discurso “sectario” (palabra de él) y acaso hasta la misma presencia de los que les plantaron esa idea. Y ello porque a lo mejor siempre pensó que prestigiosos intelectuales y profesionales de confesión liberal sean los que se animen a entrar en la arena política, siendo grande su decepción cuando personajes lejos de ese perfil le proponen lo que él mismo anhelaba hasta hace muy poco.

Sin duda la política depende en mucho de la calidad de las personas, pero sin duda también la regla general es que a la política se acerquen no precisamente los mejores, sino todo lo contrario. Y esto último es más chocante cuando los aspirantes no son conocidos en el barrio y creen que por exhibir un rótulo que diga “¡somos liberales!” ya han ganado la gracia divina.

Como si eso fuera suficiente, caen en el yerro de querer ser diferentes sólo porque así lo dicen ellos. Y acaso la verdad sea que por muy liberales que se digan ser poco o nada se diferencian del político en sí, ese extraño ser que cree que el mundo depende de él, que sin él nada es verdad y todo va a la deriva. Ese es el punto.

Más allá de confesiones, los hechos han demostrado que aquellos que tienen complejo de príncipes y de mesiánicos salvadores de la patria (o hasta de la humanidad) no son precisamente un remedio a los males de la gente común y corriente. Todo lo contrario, son el mayor problema de esa misma gente. En ese sentido, para el demos la promesa (o amenaza) de la aparición de un “partido liberal” muy bien puede saberle como uno de esos afiebrados intentos de esa gente rara (muy rara) que piensa todo el día en los demás antes que en lo suyo.

Y la rareza está en que la gente común y corriente no hace eso, salvo los delincuentes, expertos en husmear en lo ajeno. Pero los políticos no son precisamente “gente común y corriente”. No se asumen como tales, por ello los desvaríos y huídas de las realidad les tan propias como las súbitos cambios de opinión del mismo Tafur.

Share This