Entre el pasado y el presente económicos
Javier Silva Ruete
¡Cómo cambian los tiempos! Estamos en una época de bonanza y crecimiento económico sostenible, nuestros indicadores son prometedores y el manejo de instituciones es reconocido exteriormente con admiración, como pude comprobarlo, en los últimos años, desde el Fondo Monetario Internacional, donde ejercí el cargo de director ejecutivo. Hoy, los organismos internacionales, centros de estudios, universidades y la banca ofrecen expresiones positivas hacia el Perú por la situación de estabilidad y crecimiento, a pesar de la crisis internacional. Sin embargo, era inconcebible prever esta situación allá por 1985, aún con todo el optimismo que siempre me caracteriza. Entonces, ¿qué ocurrió para llegar al crecimiento actual? Muchas razones determinaron nuestro rumbo pero, sobre todo, nos agotamos de hacer las cosas mal, mientras admirábamos la nueva prédica de los países amigos que hacían las cosas bien.
Una carrera de la mano de la historia
Es importante recordar la dura situación en los años setenta. Si hacemos memoria, quedaríamos horas en este complejo ejercicio. Pero es necesario destacar los hitos que llevaron al declive económico que me tocó vivir e incluso ayudar a reparar en el período entre 1978 y 1980. Recibí la economía en un pico de decadencia; recuerdo haber entrado a salvar lo insalvable cuando las reservas internacionales netas, sorprendentemente, mostraban cifras negativas y la inflación cada vez afectaba más los bolsillos de los peruanos. Es sorprendente que alguien haya querido asumir el cargo en tan difíciles condiciones, pero debido a mi optimismo y sentido del deber acepté la responsabilidad que el general Francisco Morales Bermúdez me encargó. ¿Pero cuáles fueron las razones de una caída económica de varios años? Considero que fue la falta de disciplina en la economía. Para esa época no existía la autonomía actual del Banco Central de Reserva (BCR). Siempre noté este problema: la autonomía del BCR debía darse desde la directiva hacia fuera para mantener una línea de acción invariable. Sin embargo, aunque se coordinó de la mejor forma, nunca se llegó a concretar en aspectos económicos: la inflación seguía su rumbo al alza y el déficit fiscal se disparaba sin control.
La herida ya fue curada
La necesidad del shock surgió en un momento en que no se pudo dar pastillas para curar a un enfermo cuando lo indispensable era una operación. Es muy difícil saber cómo reaccionará el país pero, felizmente, el pueblo vio la necesidad. Hoy no se habla de control de precios, se considera positivo el libre mercado, una alta productividad, la inflación baja. Actualmente, las personas están más enteradas de la economía y existe un efecto contagio en la información de los indicadores económicos. Ahora, por suerte, vamos por buen rumbo; siguiendo un modelo que nos tomó años diseñar, pero al cual ya nos estamos acostumbrando.