Paul Laurent

El último jueves 25 de octubre se vio en La Victoria lo que las hordas de antisociales a sueldo de la mano de los antisociales por vocación suelen hacer en el resto del país con total impunidad (eso es lo que se ve en cada toma de carreteras). Y ello no se reduce a las propias hordas de ambas especies de antisociales, sino a quienes los aúpan y financian. Lo paradójico es que ahora venga a ser un gobierno de izquierda el que reivindique la importancia del respeto a la autoridad y al estado de derecho.

¿Y desde el otro lado, dónde estará la paradoja? ¿Quiénes fungen de Santos, de padre Arana, de Saavedra? ¿La basura y los roedores tendrán el mismo peso místico de las lagunas y cerros de Cajamarca? Los vagos, alcohólicos, locos y algunas viejas (muy viejas) meretrices de la zona jurarían que sí.

Por otra (o por lo mismo), ver cómo una jauría de perros-humanos se lanza contra un policía caído de su caballo para patearlo y darle con piedras en la cabeza me hizo reparar que esa televisada demostración de barbarie y salvajismo fue apenas una delicada muestra de lo que pasó en Bagua, donde otros salvajes (esta vez con lanzas, flechas, plumas y caras pintadas) masacraron a 24 policías sin más testigos que la verde Selva y sus criaturas.

Y pensar que cuando se habla de Bagua el que menos piensa que las víctimas fueron los nativos salvajes que mataron. Ahora, ¿se hablará de las hordas de antisociales asueldo y por vocación como víctimas del modelo y de la estructura que los fuerza sacar a relucir lo peor de sí? ¿Algún partido o movimiento político (“secta” se les decía antes) acogerá a algunos de los “incomprendidos emprendedores” que renta al municipio un espacio en el mercado por 300 soles y lo subarrienda por 5, 7 o hasta 9 mil soles?

Hablando de lo peor, ¿no sé por qué me viene a la mente los rostros de Castañeda y de Kouri? ¿Tendrán sus rostros el mismo peso espiritual y aliento contestatario para ese ruidoso lumpen-proletariado lo que para otros mejor educados pero igualmente justificadores de la violencia tuvo un connotado pero tierno y simpático fusilador y asesino como el Che Guevara? Ese mismo guerrillero que para el que más de la actual administración edil capitalina es la máxima representación del luchador social. ¿Semejante al que le rompió la pata al caballo o al sádico que le dada de pedradas en el cráneo al ya desplomado policía?

Perdón señor Kouri, pero no puedo dejar de recordar que en su día vi cómo ex pandilleros y otras joyas porteñas le rendían homenaje en una pared blanca de la avenida Colonial pintando en tamaño gigante la siguiente frase en su honor: “Kouri, el hombre más bueno del mundo”. Hoy en el Callao si un joven aspira a un empleo tanto en el gobierno regional como en el municipio sólo necesita demostrar su prontuario y las puertas se les abrirán de par en par. Así es como se gradúa de “ciudadano” un “ex pandillero”. ¿Eso también será una “política inclusiva”?

Con todo, lo que queda en claro es que luego de este paso por el poder municipal de la capital de la república, la autodenominada “izquierda progresista” no volverá a ser la misma. Y ello porque el peso de una administración de una de las ciudades más pobladas del mundo y en más que visible progreso, ha demostrado que para gobernarla se necesita de las mismas armas que ellos siempre criticaron a otros: el necesario uso de la autoridad y de la ley que la sustenta.

Si la izquierda hace debido uso de esas armas para el bien de la ciudad que gobierna (una ciudad abiertamente pujante y promercado), estaremos ante un interesante “antes” y “después”. Casi como un bautismo de dolorosa modernidad, modernidad que ella le impidió a otros capitanear en paz, e incluso democráticamente usando para su provecho la propia institucionalidad democrática. Paradójicamente, un proceder que sus jurados adversarios del presente (los de la otra orilla, próximos a Castañeda) utilizan en contra de doña Susana Villarán y su gente, “la tía chévere”, nostálgica del Chile de Allende y del peace & love.

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