Paul Laurent

cordero-de-diosSi repasamos el tema de la educación a lo largo de la historia, veremos que el celo homogeneizador es una inconmovible constante. Por lo mismo, todo asomo de una educación ajena a los parámetros “oficiales” (propiamente homogeneizadores) necesariamente activa las alertas.

Quizá en esa ojeriza contraria a una educación “fuera lo de establecido” (la “educación privada”) tenga mucho que ver el propio origen de la “escuela pública”. Al fin de cuentas en Europa los centros de enseñanza escolar eran dirigidos por órdenes religiosas. En el año 778 Bangulfo (obispo de Fulda), lanzó una capitular para que los monasterios y catedrales acojan a los educandos como medio para reafirmar la fe en Cristo y darle auténtica y calificada vida al “pueblo elegido”.

¿He ahí una manera de fabricar una “ciudadanía” perfecta? Tomemos nota. A lo mejor este sea el motivo por el cual el sector educación sea la obsesión de los que apetecen transformar el mundo, a los que le urgen “corderos de Dios” y “feligreses”. Niños y jóvenes que conciban “un mismo horizonte de futuro sin distinción de clase”, según reza el ecuménico deseo de un bien intencionado economista y activista de los derechos de los homosexuales.

Bajo ese tenor, ¿cómo digerir la idea de que la educación pueda ser una mercancía, un bien negociable? Menudo lío. Si nos movemos en una cultura labrada a golpes de relicario y de pánicos por lo inasible, donde el hombre per se es tenido como una criatura facciosa y turbulenta, cómo acoger la posibilidad de una educación sujeta a lo atomizado y singular. ¿No es eso contradictorio?

A fines del siglo XVI e inicios del XVII Francis Bacon secularizará la convicción teocrática del feligrés educado. Haciéndose eco del legado humanista (donde “el saber” eleva), vislumbró un “renacer” universal donde la ciencia estaría en manos de todos y para provecho de todos. Si en el annus mirabilis de 1492 Antonio Nebrija había concluido que la lengua era compañera del imperio, en el siglo XVIII Condercet pensó en la viabilidad baconiana de una civilización humana unificada en la que todos serían “intelectuales franceses”.

Asumamos que “ilustrados” de otras nacionalidades y lenguas elucubraron exactamente  lo mismo. Claro, desde sus respectivas lenguas y nacionalidades. Y también religiones. Así es como se seculariza el camino de la luz. Ya en la antigüedad Platón había concluido que una república comunista como la suya únicamente era factible desde la educación. Como lo dice en las Leyes, desde ella y desde la legislación se puede lograr la virtud. Así pues, no hay programa gubernamental que se respete que no lleve a cuestas un modelo pedagógico ad hoc. Obviamente se parte de la premisa de que fuera de los designios del estado nada parecido a la educación puede generarse.

¿Qué tipo de ciudadanos puede forjarse al margen del poder político? Si el mercado es visto como causante de inequidades, mentiras y venalidades, ¿cómo darle esa responsabilidad? ¿Permitirle a los comerciantes poner sus manos en ese campo sería romper con la línea de la evangelización secular? ¿Se daría paso a una “evangelización” desde el hábitat de los profanadores de templos, de los financistas de torres de Babel? Imposible. De permitirlo se rompería la posibilidad de una magna comunidad de militantes en un mismo credo, el credo de los que gobiernan.

(Publicado originalmente en Diario Altavos.pe)

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