En el Perú hasta hace poco tiempo la posibilidad de obtener un crédito hipotecario para adquirir un inmueble era relativamente sencillo. Lo era. Ahora los bancos se han vuelto más que rigurosos en la dación de préstamos para evitar la creación futuras “burbujas”. Según dicen, es parte de una directiva del estado para que la gente no se endeude más allá de sus reales posibilidades de pago.
Coincidentemente, el mismo estado da a conocer espectaculares proyectos inmobiliarios. Por ejemplo, se indicaba la subasta de terrenos para ese fin tanto en Ancón (para 11 mil viviendas) y otro en Pacasmayo (para mil). Lo antes anotado en el presente gobierno. A fines del régimen anterior se anunció igualmente la construcción en Collique (Comas) de 22,500 viviendas a un costo de 500 millones de dólares, lo que (resaltan) activaría unos 1300 puestos de trabajo directos y 4 mil indirectos.
¿A qué se debe la incoherencia? Es evidente que aquí la iniciativa puramente privada no existe. La voz y presencia de alguna autoridad gubernamental (puntualmente del Ministerio de Vivienda) noticiando la realización de esos proyectos así lo demuestra. ¿O es que acaso estamos ante la gestión de inocentes amigos del progreso y de la inversión privada?
¿Difícil saberlo? A lo mejor alguno de los que participan en ese “boom” inmobiliario local estuvo cómodamente sentado escuchando las iluminadoras lecciones que un ya por entonces ex Ministro de Hacienda de José María Aznar dio en Lima en el 2006. Por lo pronto, asumo que los datos lanzados al auditorio por Cristóbal Montoro (el gurú en cuestión) debieron de causar la “sana envidia” de muchos de los presentes.
Montoro alardeaba en esa hora que el estado español había hecho “un gran esfuerzo de inversión”. Indudablemente, se infiere que el “esfuerzo” nació de su talento. Tal es como confesaba que en el 2004 (último año de su gestión) la inversión estatal en infraestructura fue de 27 mil millones de euros. A su entender, esa era una “palanca para una actividad económica dinámica y sostenible” que “permite el surgimiento de un tejido empresarial que genera mayor competitividad, y proximidad a la realidad de los mercados”.
Empero, a mi modesto entender la parte más excitante (la que pudo encender la imaginación de algunos avispados emprendedores, no precisamente emprendedores del comercio) fue cuando expuso que: “En 1995, había en España 221 mil empresas pequeñas que operaban en el sector construcción; [señalando que en ese 2006] la cifra llega a 448 mil empresas constructoras.”
Por entonces España tenía la red de empresas constructoras más importante del mundo. De eso se jactaba Montoro, también gran animador del empleo de energías renovables (generación de energía termo-solar) y de la modernización (con sofisticados trenes) del total de la red de vías ferroviarias.
Como hoy se conoce a la perfección, todos esos proyectos fueron los que alentaron grandemente la presente crisis española. El “esfuerzo” confesado por Montoro suena muy similar al “desarrollismo” que promovió la CEPAL en América Latina en los años 50 y 60 y que hundió las ya mayoritariamente pobres economías de la región. Mas aquí la diferencia está en que España no era precisamente pobre ni subdesarrollada.
Curiosamente hoy aquél conferencista del 2006 en Lima es nuevamente Ministro de Hacienda, ahora empeñado en sacar a España de una crisis provocada por el gasto público irresponsable. Léase, por el estado promotor de inversiones públicas-privadas que el mismo Montoro alentó.
(Publicado originalmente en Diario Altavoz.pe)