A inicios del siglo XIX los jóvenes alemanes que buscaban realizar prácticas laborales en el campo del comercio debían de suscribir un tipo de contrato que en el presente dejaría más que espantado a cualquier defensor del “trabajo digno y humano”.
Al respecto, Rüdiger Safranski noticia en su biografía filosófica sobre Arthur Schopenhauer (Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía, Alianza Editorial, Madrid, 1991, p. 58) sobre uno de esos contratos que espantaron al por entonces adolescente y aún insospechado futuro filósofo del pesimismo y de la voluntad.
El firmante de dicho pacto es Lorenz Meyer, un amigo de juventud de Schopenhauer, quien lo guardó para lo posteridad. En él «Meyer tenía que permanecer en la empresa siete años como «aprendiz» y tres como «dependiente». Tenía que vivir en casa del patrón, «no podía permanecer afuera por la noche, debía procurar para su señor patrón tanta honra, crédito y provecho como le fuera posible y no utilizarlos en beneficio propio». El aprendiz sólo cobraría su primer sueldo después de siete años. Entre tanto, recibiría el vestido de sus padres y la alimentación del patrón. Si el aprendiz quebrantaba el contrato, los padres tendrían que pagar una multa.» (sic)
Piezas de arqueologia, antes de las conquistas de los trabajadores posteriormente y lo que viene.