Un día como hoy, hace 200 años, el poeta Mariano Melgar fue fusilado por los realistas. No digo “españoles” porque en el ejército realista los que abundaban eran los “peruanos”. La leyenda romántica dice que se hizo revolucionario por culpa de una mujer que no fue otra que una prima de 13 años. En ese rigor, nuestro primer poeta romántico cumplió la primera norma del romanticismo: morir de amor. Sensible por demás, tenía 24 años cuando lo mataron. Lector de Virgilio (en latín), asimilador de la tristeza del yaraví y de formación jurídica en la Universidad de San Marcos, ofreció su vida al sublimar su pasión por la amada en lo que en su día fue el sueño liberal-republicano en búsqueda de una sociedad compuesta por ciudadanos antes que por súbditos. Por ello es que se enlistó en las filas del anciano Mateo Pumacahua (antiguo represor de Túpac Amaru II), siguiendo los vientos insurgentes que provenían del sur. Quizás el mito se imponga a la realidad, pero no hay duda de que Melgar representa la iracundia de una generación que compartió el compromiso de fundar una república sin tiranos.