33837580-estado-policial-sello-de-goma-roja-sobre-un-fondo-blancoUn siglo atrás, el despectivamente denominado “estado-gendarme” fue abortado. O mejor dicho, fue borrado del ideal de los gobiernos civilizados.

Ese estado era lo más que el imperante librecambio podía soportar. Ese suceso no vino de la nada. Fue un acto deliberado por obra y gracia de quienes buscaban aniquilar una institucionalidad que tenía como objetivo medular la protección de derechos que permitían que cada persona descubriera por sí misma su camino a la “felicidad”.

Se demandó su reemplazo para instaurar una plataforma de acción gubernamental más ambiciosa. El estado que sólo hacía de gendarme sonaba a antigualla. Tal es como se fue abriendo paso al “estado de bienestar”, donde los derechos individuales son poca cosa comparados con los derechos del colectivo.

Así es como se privilegian asistencias gubernamentales en campos como el de la salud, la educación y en un sin fin de previsiones sociales (como las jubilaciones y los seguros de desempleo). A entender de los propugnadores de este “nuevo estado”, la cobertura de estas prestaciones estatales era el mejor antídoto contra los comportamientos antisociales. Al fin y al cabo, ¿por qué tendría que delinquir una persona que tiene cubiertas todas sus necesidades?

A un siglo del fin del estado-gendarme, el estado-social europeo aún no se responde a esa interrogante. En el 2005, bandas de jóvenes destruyeron automóviles y comercios en un rapto de desborde de energía antisocial en diferentes ciudades europeas. Hoy esa juventud hecha mayor es la misma que nutre buena parte del radicalismo islámico y la propia delincuencia.

A diferencia de los terroristas que echaron abajo el World Trade Center y atacaron el Pentágono en los Estados Unidos en septiembre del 2001, los que en enero de este año asesinaron a la plana mayor de la revista Charlie Hebdo y los que la noche del viernes 13 de noviembre mataron en múltiples ataques a 129 personas en el centro de París eran en su mayoría ciudadanos europeos.

Desde la perspectiva de los defensores del estado de bienestar, ¿eso dice algo?

Por lo pronto, si la pretensión del estado de bienestar era recrear una seguridad más ambiciosa que la meramente policial que viejo orden liberal anhelaba es claro que el programa socialdemócrata fracasó. Su apuesta por una “seguridad integral” no sólo no anuló el problema de los comportamientos antisociales, sino que todo indica que los promovió.

Que el presidente francés Hollande declare una guerra sin piedad contra ciudadanos de su propio país (y de la Unión Europea) es una confesión de parte del fracaso. Durante décadas en Europa se partió de la premisa de que sólo mediante políticas públicas la integración es mejor, pero los hechos expresan que se equivocaron. O que ellas no son suficientes, si es que se quiere ser benévolo.

¿El estado de bienestar podrá integrar al estado-gendarme? Presupuestalmente, Europa tiene serios problemas para hacer sobrevivir su institucionalidad previsional. Y si a ello se le suma la instauración de una institucionalidad que coloca en análogo nivel de importancia a los derechos sociales con los derechos individuales y el orden público, ¿cuál será la dimensión fiscal de ese estado?

Obviamente, se descuenta que en términos políticos la suma del pequeño estado liberal al ambicioso estado de los “derechos sociales” será algo abultada. Y siempre en prejuicio de las libertades individuales.

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