En este video el señor Miklos Lukacs intenta hacer un resumen de ideas que no le simpatizan: el liberalismo y el socialismo. Empero, hasta para descargar antipatías hay que conocer.

Con respecto al liberalismo (que es el campo de mi interés), nos obsequia una descripción del mismo por demás arbitraria. Comienza su alocución señalándolo de carecer de una “dimensión trascendental”. Propiamente, es una acusación por su a-religiosidad. He de suponer que por apostar por lo secular antes que por… ¿el catolicismo o el protestantismo?

Al respecto, Lukacs soslaya un pequeño detalle: el liberalismo es un cuerpo de doctrina política, no una religión. En línea diferente a la ambición teocrática medieval y al totalitarismo marxista (duchas en discursos sobre el “hombre nuevo”), el liberalismo no pretende envolver a las personas en una cosmovisión determinada. Es decir (en términos de Ludwig von Mises), carece de una weltanschauung o concepción del mundo.

Ahora, es curioso que Lukacs haga referencia a la carencia de la “dimensión trascendental” del liberalismo y que a la vez que lo ligue con la revolución francesa. Ya en su día Edmund Burke dejó clara constancia que esa revolución no tenía nada de liberal. Tanto que no la tiene que un pensador directamente influyente en dicho evento demandó la instauración de una “religión ciudadana”, pues él sí apostaba por la “dimensión trascendental”. Eso fue lo que propuso J. J Rousseau, un autor catalogado erróneamente de liberal. Siendo que los revolucionarios de 1789 siguieron ese consejo, con las sangrientas consecuencias del caso.

Para más señas del antiliberalismo de Rousseau sólo es menester recordar su ojeriza respecto a la propiedad privada, a la que tenía como un robo. Un siglo antes autores como John Locke bregaron por un programa donde la propiedad privada se erigía como el principal baluarte de una república o sociedad libre.

A tenor de lo indicado, para F. A. Hayek la revolución francesa perteneció al rubro del falso individualismo. Desde  su iluminismo racionalista, dicha revolución apostó por centralizar el poder antes que por desconcentrarlo. Y todo porque se anhelaba regular la vida de la gente, lo que invitaba a sopesar las libertades como obstáculos antes que como soluciones.

Contra lo que expresa Lukacs, el verdadero liberalismo no va por esa vía. Éste parte de la premisa de que el tener derechos (o libertades) es ser dueño y responsable de las decisiones que se tomen. En ese discurrir, nada más lejano a la tradición liberal que buscar estandarizar a la sociedad. Estandarización que únicamente es dable si es que se tiene el absoluto control de un poder político de mayúsculas dimensiones, lo que de por sí nos ubica en las antípodas del tipo de institucionalidad que es capaz de soportar el liberalismo.

Así pues, ¿de dónde saca Lukacs que el liberal y el socialista confluyen (por su apego a la ingeniería social) en el progresismo que los delata como las dos caras de una misma moneda? Innegablemente, hay errores en el manejo de los principios que se critican. Es obvio de que estamos ante quien sólo se limitó a seguir un rótulo, no la esencia. Tal es como se termina ofreciendo una moneda falsa.

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