Marchamont Nedham fue quizá el primer periodista moderno. Y por más que se le señale como un mercenario y oportunista —pues sirvió al Parlamento, a Oliver Cromwell y a los Estuardo sin el menor empacho—, lo único permanente que siempre mostró fue su adscripción a un ideario republicano. Puntualmente, un republicanismo cargado de tantas novedades doctrinarias que muy bien se le puede tener como “liberalismo”.

En esa senda, de sus varias publicaciones la recopilación de artículos titulada The excellencie of a free‑state (1656) fue la más conocida por sus lectores contemporáneos ingleses como por los que disfrutaron de ese texto en otros países, lenguas y tiempos. Así es como aparece uno de sus más singulares traductores… ¿o traductora?

En el momento que Charles de Beaumont vertió al francés el texto de Nedham, era un hombre. Como militar de alto rango —con acciones de valor en el campo de batalla—, se vestía y actuaba como tal más allá de ciertos aires femeninos. Por entonces residía en Londres, siendo que inicialmente había arribado ahí como diplomático del rey galo Luis XV. Pero ante la llegada de un nuevo embajador su situación cambió abruptamente, al grado verse envuelto en líos judiciales y solicitudes de extradición.

En medio de esos embrollos que lo empujaron al exilio dentro de Inglaterra, sabrá en 1767 de la reimpresión del libro de Nedham. Por su afiliación republicana, sintió la necesidad de traducirlo para disfrute de sus compatriotas. Pero debido a sus problemas legales, a su confeso republicanismo y su indefinición sexual —que fue el verdadero motivo de sus pleitos en la legación francesa en Londres— dicha versión vio la luz en Ámsterdam en 1774. Por esos años la presión para que monsieur De Beaumont se “defina” no cesó. Tal es como confesó ser mademoiselle De Beaumont. Enterado de la traducción de monsieur/mademoiselle De Beaumont, el filántropo Thomas Hollis la utilizó para difundir las ideas republicanas entre los colonos francófonos del Nuevo Mundo. En la línea de sus necesidades, un tal Giacomo Casanova también le dio curso. Obviamente, no al libro.

(Publicado originalmente en Contrapoder, suplemento del diario Expreso, Lima, 8 de noviembre, 2020)

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