¿Por qué predomina por doquier el tono despectivo contra las “reuniones de café”? ¿Por qué el desprecio contra estas modernas ágoras que el comercio global europeo activó en el siglo XVII?
Bien se puede decir que la presente vida pública no se entiende sin los cafés, los que llegados de Oriente repotenciaron aquello que los antiguos griegos tuvieron como la esencia de la ciudadanía: la parrhesia o libertad de hablar. Ello a tal grado que la democracia actual es incomprensible sin ellos.
El primer gobernante en enterarse de esa aparentemente frívola novedad fue el rey inglés Jacobo II. Criado para ser un monarca absolutista, llegó al trono en 1685 con la convicción de replicar en sus dominios el sistema de su admirado Luis XIV de Francia. En su afán por controlarlo todo, arremetió contra los locales de venta de aquella bebida turca. Y lo hizo vía la reglamentación municipal, que es la forma más efectiva para mutilar derechos.
Empero, por esos tiempos los cafés eran algo más que meros salones para cuchichear. Su propia aparición respondió a una dinámica económica ducha en emprendimientos particulares, lo que reorientó el modus vivendi de ciudades como Londres. Por ello si en Francia los cafés se abrieron para casi exclusivo disfrute de los círculos cortesanos, en Inglaterra su clientela provenía de espectro social más amplio: la burguesía.
Si resaltamos que la primera cafetería inglesa se abrió en Oxford hacia 1650, es comprensible el interés de Jacobo II por parametrarlas. Juzgaba los peligros de los intelectuales y revolucionarios de café sueltos en plaza. Para entonces, un universo de contertulios asaz acostumbrados a sentarse a leer y discutir sobre negocios y política. Así es como diferentes bandos vieron la oportunidad de aprovecharlos para sus fines, ejerciendo el arte de la deliberación incluso a través de panfletos.
Cuando Jacobo II los intervino, selló su defenestración. Eso fue la Revolución Gloriosa que lo depuso en 1688. Puntualmente fue una “vuelta a la normalidad”, la que desde la aparición de los cafés correspondía a la normalidad de una sociedad comercial antes que militar y cortesana.
(Publicado en Contrapoder, suplemento del diario Expreso, Lima, 8 de marzo, 2020)