Si el nazi Goebbels envolvió a todo un país con sus mentiras, el comunista Münzenberg hizo lo mismo con todo un Occidente. No en vano ambos tenían un enemigo en común: el capitalismo.

Entrenado para combatir a ese adversario de “clase”, Willi Münzenberg (tan alemán como su contraparte Joseph Goebbels) pasará a la historia como el máximo propagandista y fino reclutador de espías y “tontos útiles” (estos casi siempre artistas e intelectuales) prosoviéticos. Lo curioso es que lo hará desde el anonimato.

Esto último le permitirá facilidad de movimiento, transformándose en un bon vivant y cosmopolita —a pesar de sólo dominar el alemán con su fuerte acento de Turingia— gracias a los recursos de la Komintern. Se hizo de este financiamiento desde inicios de los años 1920, apropósito de la ayuda internacional para la hambruna en Ucrania. Convirtió ese desinteresado aporte humanitario en propaganda comunista.

Su biógrafo Stephen Koch (El fin de la inocencia, 1994) anota que de haber estado en el lado opuesto de la historia fácilmente se hubiera convertido en un magnate de los medios de comunicación, pues dio vida a productoras de películas, revistas y editoriales “independientes” con gran eficiencia. Innegablemente, demostró un gran talento para la organización y la empresa. Fue su distribuidora de films en Berlín la que hizo famosa en Occidente El acorazado Potemki de Sergei Eisenstein.

Quizá algo de eso pasó por su mente cuando a fines de los años 1930 cayó en desgracia. Son los años de las purgas estalinistas pero también del largo brazo de la Gestapo. Ambos lo buscaban.

Establecido en París, es internado en un campo de prisioneros por su condición de alemán. Temeroso de caer en manos nazis, huye en junio de 1940. Pero no llegará lejos. Su cadáver aparecerá con huellas de estrangulamiento en un bosque de Grenoble. Todo indica que sus antiguos camaradas lo asesinaron. Asesinos que a la vez también serían asesinados.

Quizá no soportaron tener entre los suyos a un auténtico hijo de la pobreza. Sin paradojas, una rareza en el “partido de los proletarios” donde abundaban intelectuales mesocráticos y cuyos líderes (como Lenin, a quien Willi ayudó a regresar en tren a Rusia) incluso provenían de sectores aristocráticos.

(Publicado en Contrapoder, suplemento del diario Expreso, Lima, 19 de julio, 2020)

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