De la bíblica frase que dice que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre al Reino de los Cielos, ¿pasamos por aquí a que es más sencillo elegir a un comunista que a la hija de Alberto Fujimori? ¿He aquí la escena final del melodrama “Fujimori nunca más”?
Parece que es la hora de hacer cuentas, de hacer sumas y restas.
En un críptico mensaje (¿profujimorista o ——para los antifujimoristas más radicales— profujimontesinista?), Gustavo Gorriti desemboca en un “no regale su voto”. Como destacado líder del “anti” más famoso de estas últimas dos décadas, es su llamado a la conciencia. Invita a que se tomen las promesas de la segunda vuelta electoral con calma, que el elector (¿cuál de ellos, el de los conos limeños, los barranquino-miraflorinos, los chotanos o los del indómito sur?) se tome su tiempo y que espere hasta el día de las elecciones para que alguna epifanía en favor de Pedro Castillo (el comunista) lo convierta raudamente en un ser digno de confianza a pesar de las desconfianzas.
Menos sosegado para muchos, el más grande de los antifujimoristas (el primero desde los días en los que los antifujimoristas de hoy eran fujimoristas solo para verlo perder), Mario Vargas Llosa se traga su orgullo ante el peligro mayor de ver a Castillo (y a su mentor, el castrista Vladimir Cerrón) sonreír a sus anchas si es que gana las elecciones para dicha de ese club de fanáticos de Telesur conformada por Nicolás Maduro, Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega y los jerarcas de la dictadura cubana.
¿Alcanzará nuevamente don Mario a inclinar la balanza en favor de su candidato de preferencia? Perdón… su candidata, ¡justo el tipo de género que el discurso de género quiere reivindicar! Pero claro, una Fujimori no puede ser la líder del cambio. ¿Un comunista homofóbico y orgulloso de su tradición agraria (con chicote incluido) sí?
Véase el escándalo: Keiko Fujimori podría ser la primera mujer presidenta exactamente en el año del bicentenario. ¿He aquí un fiero castigo del dios de Jacob? ¿La más dolorosa corona de espinas para los que se han formado en el culto del perdón sólo para aplicárselos entre ellos pero no los pestilentes gentiles fujimoristas?
Sin duda vivimos un fin, aunque lo único que no sabemos es si será el último elegido libremente.