Según el mito, en 1656 la comunidad judía de Ámsterdam expulsó a Baruch Spinoza con una sanción que decía: Malditto seja de dia e maldito seja de noute, malditto seja em seu deytar e maldito seja em seu levantar, malditto elle em seu sayr e malditto elle em seu entrar. Bajo ese manto de maldiciones calcadas de la sanción que el profeta Elías lanzó contra Jericó, en 1907 el pintor polaco Samuel Hirszenberg retrató al filósofo racionalista caminando por la calle completamente absorto en la lectura de un libro a la vez que los transeúntes tratan de evitarlo entre sorprendidos y asustados porque la condena del consejo de rabinos pedía que ni lo miren, que no se le nombre ni se lea cosa alguna por él escrita. Hurgando en textos de la época, Gabriel Albiac demostró en su libro La sinagoga vacía (1987) que dicha historia es falsa. Lo único cierto fue su expulsión.

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