En su artículo «Cordones sanitarios», Martín Tanaka confunde sus deseos con la realidad.
¿Cuál es la derecha liberal y la izquierda progresista? ¿Quiénes son, dónde están, cómo se llaman? ¿Cuándo tuvo relevancia el PPC en esta porción del siglo XXI? ¿Cuándo Fuerza Social, el Frente Amplio o Nuevo Perú marcaron la agenda en este mismo periodo?
Ninguno de estos bandos pasó más allá del deseo de uno que otro columnista. Sólo son individualidades que en su día lograron trepar sobre los lomos de los animales políticos de turno, esos especímenes que básicamente (salvo Pedro Pablo Kuczynski) blandieron discursos rupturistas (¡Maldita SUNAT!, ¡No al TLC!, ¡Crecimiento económico no es desarrollo!). Aunque claro, una vez instalados en Palacio de Gobierno se dedicaron a flotar no sin antes aumentar el gasto público, las regulaciones y la burocracia.
Hoy esas individualidades son de otro costal (de mediocres para abajo), pero individualidades al fin y al cabo. Por ende, decir que el Congreso actual “parece expresar bien el predominio de intereses conservadores, informales, populistas, de izquierda y de derecha” y a la vez clamar por “cordones sanitarios” en defensa de valores democráticos es convocar a los pirómanos para que ayuden a apagar el incendio.
¿No fueron esos “genios” los que empujaron las cosas hasta este paraíso de los absurdos en los que hoy vivimos vía las zoológicas reformas de Martín Vizcarra? ¿O lo que se busca es volver a las juntas de notables, ahí donde se reúnen esos seres que creen que el Perú va de la zona de Magdalena que limita con San Isidro a La Molina? ¿Son esos los que sienten que la democracia está tomada y que vivimos una “dictadura”? ¿Realmente alguien decidió entrar a Palacio y al Congreso sin permiso, aprovechando que la puerta estaba abierta y la guardia dormía la siesta?
Eso pasó en 1835 con el bandolero León Escobar, quien se hizo del sillón presidencial en medio de la anarquía del momento. En el reciente 2021 un buscavidas como Pedro Castillo (un Escobar revivido) no necesitó infringir la ley para tomar el poder. Simplemente la usó como el que más y fue ungido vía el voto popular obligatorio. Y estuvo a su amparo hasta que los nervios lo traicionaron.
Con todo, por primera vez en nuestra historia el caos político está resistiendo a las tentaciones golpistas. Despeinados, con la ropa rota, con moretones e hilos de sangre, vivimos el período más largo de democracia en toda nuestra historia republicana. Pero no sólo vivimos el período más largo de democracia, sino también de mayor inclusión social. La elección de un ignaro profesor de una escuela rural y de afectos filosenderistas es muestra de ello.
Así es como avanzamos. Comparados con otras crisis, ésta no es de las peores. Por ello pedir “cordones sanitarios” al estilo de una Europa asustada de sí misma (un espejo mal elegido) es caer en la paradoja de los campeones de la retórica inclusiva sumidos en el más absoluto pánico porque uno de sus objetos de estudio (el cholo excluido, el otrora “cholo barato”) abunda por doquier.