Después de Estados Unidos (en 1776), Haití fue el segundo país de las Américas en proclamar su independencia (en 1804).

Aplacada en 1802 la insurgencia iniciada en 1791 por tropas enviadas por Napoleón Bonaparte para reinstaurar el régimen esclavista que la revolución francesa había abolido, dicha brega (liderada por François Dominique Toussaint Louverture) fue continuada por abiertos admiradores de los founding fathers.

Desde esa estela los líderes negros haitianos buscaron imitar la gesta de las antiguas colonias inglesas en Norteamérica. Como pueblo conformado por ex esclavos africanos, sintieron que la declaración de independencia redactada por Thomas Jefferson también les hablaba a ellos, obsequiándoles un poderoso mensaje de liberación.

Arropado por ese impulso, Louis Boisrond-Tonnerre (un negro liberto educado en París) redactó el acta de independencia haitiana, pero bajo un tenor no precisamente al estilo del ya fallecido Toussaint Louverture (inmerso en la retórica de la republicana gala de 1789) ni mucho menos del jeffersoniano.

Contrario al mensaje humanista, global y iusnaturalista del padre fundador virginiano, Boisrond-Tonnerre pidió la piel de un blanco como pergamino, su cráneo como tintero, su sangre como tinta, ¡Y una bayoneta como pluma!, para componer un texto análogo para su nación. Sus ideales eran los de matar a cualquier nativo de Francia que ensucie con sus sacrílegos pasos este territorio de libertad. Terminando con un eterno odio a Francia: tales son nuestros principios.

Una vez terminada la proclama, se la alcanzó para la firma respectiva a su líder y próximo primer gobernante Jean-Jacques Dessalines. He aquí el texto donde el futuro emperador Jacques I se dirige a su nación como un amenazante libertador, y pidiendo a su pueblo (realmente a sus generales) gratitud por su acción. Es lo que se tienen en el documento: Al luchar por vuestra libertad, he trabajado por mi propia felicidad (…) Generales, y demás jefes, uníos conmigo por la felicidad de nuestro país: el día ha llegado, el día que perpetuará para siempre nuestra gloria y nuestra independencia. (…) recordad que lo he sacrificado todo por defenderos, padres, hijos, fortuna, y ahora sólo soy rico en vuestra libertad (…) si algún día rechazáis o recibís con murmuraciones las leyes, que el ángel de la guardia que vigila nuestro futuro me dictará para vuestra felicidad, mereceréis sufrir la suerte destinada a un pueblo desagradecido. Pero alejemos de mi esta terrible idea: vosotros seréis los guardianes de la libertad que amáis, y el apoyo del jefe que os gobierne.

Dos años después (en octubre de 1806), Dessalines y su secretario Boisrond-Tonnerre morirán en medio de las luchas internas. A ojos del Jacques I, fueron asesinados por gente desagradecida.

A pesar de que Haití se independizó antes que las repúblicas de los “españoles americanos”, Estados Unidos demoró en aceptar su condición de nación libre y soberana. El miedo a que ese gesto aliente en el sur una rebelión de esclavos negros lo frenó. Recién el reconocimiento se dará en 1862, en medio de la sangrienta guerra civil norteamericana.

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