Ciertamente una imprescindible aproximación a un tema pendiente: la necesidad de un discurso y presencia realmente liberal. Dentro de las muchas cosas insertas en el texto, hay una que me llamó la atención, y que a mi modesto entender es un error: ligar el discurso liberal con la denominada “derecha”.
Soy de los que asumen que “derecha” e “izquierda” son en esencia lo mismo. Ambas requieren del botín del estado para existir. No saben de otra lógica, esa lógica que no está inserta en el núcleo del discurso liberal, el que incluso muy bien puede llegar a prescindir de ese mismo estado.
Sin caer en radicalismos, reivindicar el liberalismo como una filosofía ajena a los maniqueos rigores de la “derecha” y de la “izquierda” es ofrecer un universo de valores que tiene como primera misión devolver el manejo de la “cosa pública” al hombre común y corriente, a la gente.
Creo que en ello deberíamos incidir. Hay ahí un amplio y generoso universo de posibilidades a explotar. Es un añejo déficit de la política en general plantear los asuntos públicos como un tema de endemoniados poseídos o de delirantes príncipes, cuando lo que en verdad se requiere es moverse desde el plano más horizontal posible. Esa horizontalidad que rezaga la demagogia y el oportunismo y da paso a la decencia y a la docencia. Perdón por la cacofonía, pero es inevitable. Es menester devolver a la gente protagonismo, no subalternidad frente al político-burócrata.
La ausencia de un discurso liberal no debería verse como la ausencia de un discurso que sirva de disfraz y pretexto para aquellos que sólo ansían el poder por el poder. Eso es lo que hay en la “derecha” y en la “izquierda”. Sólo son máscaras para ambiciones personales. Si el liberalismo es engarzado en cualquiera de esos dos esquemas lo único que se hará será echar a perder una estupenda tradición de pensamiento, una tradición de pensamiento puntualmente ciudadana y no principesca.
Admito que la vorágine del debate político fuerza a simplificar los argumentos, pero creo que es imprescindible comenzar a cambiar el paradigma del discurso político en general, y en esa misión el liberalismo tiene mucho que ofrecer. Así, es urgente invertir los paradigmas que hoy hermanan a “derechas” e “izquierdas”, paradigmas totalmente contrarios a lo que el liberalismo propugna: una sociedad libre de los políticos y no esclava de los mismos.
Exactamente, pero para devolverle el poder la individuo primero hay que tenerlo en las manos, no se puede devolver lo que no se tiene.