Para Heinz Dieterich no hay ninguna duda de que realidad objetiva es la que dicta la ciencia. Por algo es ciencia, bien podría remarca el padre del “socialismo del siglo XXI”.
Curiosamente la no precisamente socialista Ayn Rand podría expresar lo mismo, pero desde su singular creación ideológica pro capitalista: el objetivismo. Y para más señas, se apoyaba en Aristóteles.
En ambos pensadores (Rand fue básicamente una novelista y Dieterich es un teórico político) la realidad sólo puede ser auscultada por la razón. Claro está, toda visión apartada de ese canon asoma como irracional. Así, tanto en Rand como en Dieterich la razón es un caro instrumento intelectivo para adentrarse en lo que acontece, propiamente una inteligencia desprovista de subjetividades, de arcanos y misterios, magia y sinrazón. Todo un parecer que el marxismo explotó a sus anchas.
Comprensiblemente, bajo ese punto de partida lo que se ha podido aprehender desde la experiencia es poco comparado a lo que se deduce desde la razón. Por ello en Rand sujetarse a las “meras percepciones” y a lo empírico es sobrevivir como los animales. Cartesiana total, juzgará que el hombre nace limpio de emociones y conocimientos. Empero, asume que también nace con un mecanismo emocional a la par que con un mecanismo que captura los conocimientos. Ciertamente Rand apostará por explotar al máximo ese último mecanismo.
En Dieterich las cosas no son muy diferentes. Cuando indica que su producto estrella (el “socialismo del siglo XXI”) es un modelo elaborado por la ciencia más avanzada en Europa (básicamente producido por teóricos sociales de Alemania, Francia e Inglaterra), únicamente se limita a reemplazar la realidad de los simples mortales por la realidad que sacan fríamente del laboratorio social él y sus amigos científicos.
Ese el punto de partida de quien quiere transformar científicamente la “realidad objetiva”. Si un evolucionista cultural como Friedrich Hayek anotaba (en La contrarrevolución de la ciencia) que «(…) sólo podemos identificar los fenómenos sociales en la medida en que éstos tengan un reflejo en la mente de los hombres», un cientista como Dieterich opta por privilegiar el reflejo del sistema simbólico de esa realidad que su ciencia recrea.
Las diferencias son abismales. Lo que el ex asesor de Hugo Chávez ofrece es una abstracción que muy bien podría ser un válido intento de recoger la realidad (el arte del buen legislador se da desde ese intento), pero si las miras están en meterle mano a esa realidad para “reorientarla” lo más probable es que lo irracional prime por sobre lo racional.
Por lo pronto, la mentada “realidad objetiva” pasará a manos de la subjetividad (por más científica que sea) del científico. Por ende, no debería llamar a sorpresa que Dieterich diga que el “socialismo del siglo XXI” nunca se puso en práctica. A su decir, la severa crisis política, social y económica en la que está inmersa Venezuela no es hechura de su iniciativa científica dado que su teoría nunca dejó de ser una inoperativa teoría.
Como advertía Paul Feyerabend, «las ideas abstractas e independientes de la situación generan historias especiales». Concretamente, adquieren vida propia. Siendo que acaso lo que le faltó confesar a Dieterich es que para que la “ciencia” funcione no se debe de expectorar al equipo de sabios que la aplican, casi siempre los mismos sabios que la elucubraron.
(Publicado originalmente en Diario Altavoz.pe)