Recuerdo que en un evento libertario/liberal (o como se le quiera definir), Mario Vargas Llosa causó espanto cuando dijo que no era incompatible el liberalismo con la educación pública. Obviamente, el espanto fue debidamente controlado para que el Nobel no se percate de la sorpresa que provocaba su afirmación ante un auditorio de jóvenes latinoamericanos a los que durante días se les dijo todo lo contrario. Asumo que su artículo Cambio de guardia (una loa al innegable aporte del rey Juan Carlos a la democracia, tanto como casi un ferviente deseo de que la monarquía perdure per secula seculorum) provocará el mismo efecto. Bueno, por algo es marqués de la mano de un Borbón.
Y pensar que Hayek se quitó el “von” al más puro estilo de los liberales-republicanos del siglo XIX. Ciertamente, es extraño que un amante de la libertad reivindique la centralización del poder. Ello porque así como con el rechazo a la educación pública, muchos anhelamos la mayor autonomía frente a ese poder. Por lo menos, hubiéramos deseado un pedido al nuevo monarca: que así como su padre preparó el camino a la democracia, que él prepare la disolución de la monarquía.