En la gélida mañana del 7 de diciembre de 1683 fue el propio Algernon Sidney el que dio la orden para que cercenaran su cabeza en Tower Hill, en la célebre Torre de Londres.

Teniendo como única compañía a dos sirvientes, fue llevado al andamio donde se inclinó ante el público asistente y dijo: Estoy listo para morir. Le dio unas guineas al verdugo, se arrodilló, acomodó y esperó silente la caída del hacha. De esa forma se cumplía la sentencia que un par de semanas atrás se le impuso por traidor.

El juez que lo declaró culpable le había detallado lo que padecería por atentar contra la vida del rey Carlos II: Tu cuerpo será arrastrado, colgado y dividido en cuatro cuartos. Ante ello, Sidney sólo le suplicó a Dios que santifique sus sufrimientos. Así es como llega al andamio en paz, pasando a la posteridad un hombre que será considerado un siglo después como una de las tres principales fuentes de la idea de libertad estadounidense. Los otros serán sus compatriotas y contemporáneos James Harrington y John Locke.

Infundido con las ideas de que tenía una misión en la vida, el coronel Sidney se vio así mismo como un caballero cristiano. Ello evoca tanto a su formación aristocrática como a la herencia del pensamiento de Erasmo de Róterdam, el humanista más célebre del renacimiento europeo.

En términos actuales Sidney podría ser visto como un “revolucionario profesional”, salvo por un detalle: no quería transformar nada. Sólo buscó conservar un orden de libertades enfrentando toda concentración de poder. Por ello enarboló la causa del Parlamento que suprimió la monarquía, luego se opuso al “protectorado” del tirano Cromwell y finalmente combatió los intentos absolutistas de la restaurada dinastía Estuardo. Por eso es que cuando fue capturado en mayo de 1683 no pudo negar su culpa, pues tenía entre sus manos el manuscrito de sus Discourses Concerning Government. Ésta fue la única prueba en su contra. Curiosamente gracias al cuidado de las autoridades que lo decomisaron fue posible su conservación y posterior publicación póstuma, en 1698.

(Publicado originalmente en Contrapoder, suplemento del diario Expreso, Lima, 22 de noviembre, 2020)

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