Eugène_Delacroix_-_La_liberté_guidant_le_peupleSegún el doctor Sinesio López (cita textual): «La Revolución Francesa instaló una economía de mercado de larga duración (sólo interrumpida por las guerras napoleónicas) y una prolongada política volátil.» Es decir, si la revolución de Robespierre y compañía (el pueblo) tuvo como punto de partida el año de 1789 y terminó con el golpe de estado de Napoleón diez años más tarde, tendríamos un contexto de “larga duración” de diez años. Empero, ¿antes de que Bonaparte disuelva el directorio, Francia gozaba de la calma y de la paz del comercio?

No, ello vendría mucho más tarde (con la restauración borbónica). Ya en la temprana fecha de 1792 la coalición antirrepublicana compuesta por Inglaterra, Austria, Prusia, España y el Piamonte iniciaron una serie de ofensivas bélicas que muy poco o nada tienen que ver con un ambiente idóneo para los negocios. Un panorama que a partir de 1798 sería más que complicado luego de que Rusia, el Imperio Otomano, Portugal, Nápoles y los propios Estados Pontificios se sumen a los austriacos e ingleses en una nueva acometida militar.

Es decir, ¿el laissez-faire, laissez-passer de la Revolución Francesa tuvo “una larga duración” de algunos meses? ¿O es que estamos ante el error que nace de la común (muy común) creencia de que el liberalismo (la economía de mercado y los derechos individuales) nace con esa revolución simplemente porque en ella también se hablaba de libertad? ¿Esa revolución que (como dice Carpentier en El siglo de las luces) dio alas «a una multitud de fracasados y de resentidos, explotadores del Terror que, para dar muestras de alto civismo, hacían encuadernar textos de la Constitución en piel humana»? ¿Personajes que se ampararon más en los clamores de fraternidad e igualdad antes que en los de libertad?

Obviamente no hay nada más lejano al liberalismo y los mercados libres que la “criminal gesta” de 1789 y su escenario de guerra a todo nivel. Y mucho menos si es que sopesamos que la misma fue capitaneada por protobolcheviques dispuestos a imponer sus delirios (o traumas) a través de la creación de un estado soberanamente absolutista e interventor. Eso fue lo que parió la Revolución Francesa, una revolución altamente distante de los valores que en su “larga duración” le permitió a James Watt construir sin sobresalto su máquina de vapor (en 1777) y erigirse en el simbólico punto de partida de la Revolución Industrial; exactamente esa otra revolución que ni un solo político ni ninguna entidad académica vislumbró.

¿Qué fue necesario para que eso se de? Simple: un gobierno ceñido a las leyes, respetuoso de la propiedad, los contratos y tener justicia mínimamente decente y efectiva. Exactamente lo que los colonos ingleses en América del Norte exigieron que se respete en 1776, el mismo año en el que Adam Smith publicó su Riqueza de las naciones.

(Ver artículo completo de Sinesio López)

(Reproducido en el Blog de Unión Editorial)

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