thumb_30_73_6706_1«Sabemos que en los Estados libres se suele nombrar a los magistrados por medio de sorteos y que esto se estima más de acuerdo con la libertad y la justicia, ya que todos los que ayudan a la república con el pago de sus tributos se hacen así partícipes de sus bienes y utilidades. Nosotros, al revés, llenamos los diferentes cargos que poseen dignidad o utilidad no por la suerte, sino por elección; y no elegimos a los hombres buenos, que sobresalen por su sabiduría o nobleza, sino a los satélites de los poderosos o a los ministros de sus apetitos y voluptuosidades, y a cuantos pueden servirles humildemente y sin escrúpulos. Con lo que viene a ser mínima o nula la autoridad de las magistraturas, puesto que los mejores y aquellos a quienes correspondía ejercerlas, conmovidos por una cierta libre indignación, se abstienen de los cargos públicos y con ello suministran a los pocos deshonestos mayor oportunidad de vejar y desgarrar la república» (Alamanno Rinuccini, De libértate (1479), cit. por Joaquín Barceló, «Selección de escritos teórico-políticos del humanismo italiano» (Documento), en Estudios Públicos, Nº 45, Santiago de Chile, 1992, p. 30.)

 

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