Siguiendo a los críticos locales del liberalismo, queda en claro que su asco por lo que llaman “liberalismo económico” no es accidental. Si lo rechazan es porque van en completa sintonía con el medio en el que se han formado. Así es, lo rechazan porque no lo conocen pero lo intuyen. Siendo que ello les es más que suficiente.
Con todo, lo que se evidencia es que no hay tradición liberal asentada. Léase, tradición de pensamiento, tradición intelectual, lo que sí acontece con el conservadurismo y el socialismo (y en cada una de las variantes de ambas tradiciones de pensamiento).
Por lo indicado, es completamente comprensible la ausencia de una real tradición de diálogo entre diferentes. Como se ve, los que rechazan todo tipo de monopolio no reparan que ellos han formado el suyo. Ese es el piso que sostiene la ignorancia y el no saber sobre el tema en cuestión (el liberalismo). Tampoco el no querer saber. ¿Lejano eco del que piensa que es mejor no tentar al diablo?
¿La libertad para vender y comprar como un mal? ¿Como una libertad perversa y sensual? ¿Exactamente todo aquello que la educación religiosa cristiana (un monopolio por excelencia, propio de toda cultura) juzga como evitable? Los siglos de oscurantismo no son gratuitos. Saben dejar sus huellas. También sus traumas.
Si John Locke asentó una tradición, no fue por su confesión protestante. Además, no era el único. Y en esa variedad, había hasta catolicísimos escolásticos. Innegablemente, brindó un soberbio aporte que se asentó muy a pesar de los dogmas de fe. Tal es como se reescribe el ideario de la libertad. Se sigue la vieja línea patrimonialista romana que los mercaderes de todos los tiempos siempre vieron como más que necesaria. En esa medida, se ofrecerá una noción de derechos que no son antojos ni ocurrencias políticas (para más señas, arbitrarias), sino manifestaciones de propiedad (de derechos) plenamente negociables.
Precisemos, cuando me refiero a lo político lo hago como sinónimo de “estatal”. En ese ámbito, para que los “derechos sociales” se den es menester la intervención gubernamental para financiarlos. Obviamente, financiarlos con los dineros que no nacen de él, sino de la gente. Al fin y al cabo, el estado por sí mismo no genera riqueza. No tiene ese don. En cambio, quien tiene un derecho privado lo tienen en virtud de sí mismo y al consenso que sobre él sus semejantes asumen, no el estado. Como es de ver, estamos ante una manera muy distinta de ver la política. Y desde ella, alcanzar una inmensa variedad de demandas sociales.
Ese es el punto de quiebre: la existencia del estado. De su ausencia o de su presencia se dan dos civilizaciones muy diferenciadas: la que se rige por unos derechos que no nacen de financiamiento gubernamental alguno versus la que entiende que los mismos los obsequia el estado a diestra y siniestra.
Eso explica de por sí la singularidad de la legalidad anglosajona (previa a Locke), pues es directa tributaria de esa tradición patrimonialista (y desde ello constitucional) que a su vez activa un amplio soporte individualista. Desde esa premisa invocar libertades apartadas de lo económico es tan romántico como vacío, salvo que el tesoro público los inyecte de vitalidad, no sin antes anestesiar a los que producen riquezas.
(Publicado en Diario Altavoz.pe)
“La otra libertad, la económica” por Paul Laurent
“Cuando me refiero a lo político lo hago como sinónimo de “estatal”. En ese ámbito para que los “derechos sociales” se den es menester la intervención gubernamental para financiarlos con los dineros que no nacen de él (el estado no genera riqueza), sino de la gente. En cambio, quien tiene un derecho privado lo tienen en virtud a sí mismo y al consenso que sobre él sus semejantes asumen, no el estado. Como es de ver, es una manera muy distinta de ver la política y desde ella alcanzar una inmensa variedad de demandas sociales.
ESE ES EL PUNTO DE QUIEBRE: LA EXISTENCIA DEL ESTADO. DE SU AUSENCIA O DE SU PRESENCIA SE DAN DOS CIVILIZACIONES MUY DIFERENCIADAS: la que se rige por unos derechos que no nacen por financiamiento gubernamental versus la que asume que es el gobierno el que es financiado por los que tienen derechos.
Eso explica de por sí la singularidad de la legalidad anglosajona (previa a Locke), pues es directa tributaria de esa tradición patrimonialista que a su vez activa un amplio soporte individualista. Desde esa premisa invocar libertades apartadas de lo económico es tan romántico como vacío, salvo que el tesoro público los inyecte de vitalidad, no sin antes anestesiar a los que producen riquezas.”
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Del Estado y de la Libertad
Los conceptos, hijos de la lengua de la que se trate, devienen categorías cuyo uso es, a todas luces, un progreso con respecto a la simple nominación de los hechos que generan los conceptos; suele ser el refugio de quienes hacen de la lógica formal la verdad indiscutible.
Enunciamos esto – a manera de hilo de Ariadna pero de ninguna manera beligerante ya que estimamos que la gente educada, es decir, convencida racionalista, pone el diálogo como un presupuesto inamovible de la vida civilizada – para hacer comprensible no solo lo que digamos sino también desde qué punto lo enfocamos. Descontamos que, como todo, no es la verdad sin más que, por ser humana, siempre está supeditada a quien la enuncia. En otro sentido, nos apresuramos a aclarar que no estamos abogando por “mi” verdad como un coto cerrado donde no puede se admitida ninguna otra, sea total o parcial, porque creemos firmemente que esa es la esencia del entendimiento que – sea cual fuere la situación – impone el diálogo como absolutamente necesario.
Aclarado esto, es decir, que nuestro enfoque estará enfilado desde la substancia,(1) aquella categoría invariable, podríamos decir que “lo político como sinónimo de lo estatal” en el decir de Paul Laurent, implica dos conceptos que se demostrará – si es que no somos demasiado optimistas — son categorías y, por lo tanto, no pueden subordinarse a conceptos que están implicados en ellas.
La primera es la Política que, según Aristóteles – valioso apoyo en el tema si los hay – es algo natural,(2) propio de la especie humana. Tenemos entendido que Hegel hacía culminar la racionalidad en la creación del Estado, orientador de la Política, en tanto Lenin estimaba que el gobierno del Estado implicaba la dictadura de una clase sobre otra.
Considerar la Política y el Estado como un todo, tal y como pudiera decirse que un color más intenso o más claro no por eso dejan de ser ese color, implica que ambos conceptos son inescindibles. ES QUE EL ESTADO ES UNA NECESIDAD QUE DEVIENE IMPRESCINDIBLE SOCIALMENTE HABLANDO TAL COMO EL AIRE ES PARA LOS SERES VIVOS EN EL ÁMBITO NATURAL. SURGE DE LA DISPARIDAD DE CRITERIOS PERO SOBRE TODO, DE LA NECESIDAD DE ORDEN QUE HACE POSIBLE LA VIDA. No es algo opcional. Es por eso que su existencia se da en el modo de Autoridad, concepto que es sustantivo de cualquier Estado, llámesele como se le llame. “L’Etat c’est moi”, la conocida afirmación de Luis XIV, sería un ejemplo que el Estado no debe confundirse con los modos. El Gral. De Gaulle, parangonaba con igual énfasis la Autoridad del Estado en una Francia republicana: “France c’est moi”. Es que el Estado no nace de la malevolencia de algún grupo de hombres que buscan su protección contra los que aman la “libertad” y necesitan desembarazarse del peso muerto – según ellos desde luego – de la organización social que, como el movimiento, se demuestra en la acción del Estado.
Al hacer del Estado una categoría substancial y de la Autoridad el núcleo de su existencia, es decir, al afirmar taxativamente que no puede existir vida social sin la existencia de un Estado y, como consecuencia el ejercicio de la Autoridad, hacemos de la Política el modo, el instrumento del cual quien gobierna el Estado cohesiona el grupo social del que se trate. Los hechos y las circunstancias, que obviamente no son lo mismo, dirán la modalidad en que ella – la política – se ejerza. Porque, y ahora sí reconociendo los hechos puros y simples que no pueden modificarse, la confrontación de los países obliga a que el Estado tenga la obligación indelegable de prover al grupo sobre el que ejerce su égida, dotándolo para la lucha en tiempos de paz, así como para la eventual defensa en tiempos de guerra. Eso también condiciona a los particulares que, cuando sobrepasan el poder del Estado haciéndolo una colonia de sus intereses, terminan negándole los dineros a Aníbal con el consiguiente desastre de Zama.
Es por ello que la Economía, como actividad privada, no puede estar al arbitrio de los intereses económicos de los particulares que, LEGÍTIMAMENTE TIENEN COMO ACVIVIDAD PERO QUE DEBEN ESTAR CONDICIONADOS COMO INTERESES. Hay intereses superiores que son colectivos que están por sobre los intereses tanto de grupos como de individuos. Vg. y solo a título de ejemplo para que se entienda lo que queremos decir:
“En Julio del años pasado (2005), el presidente de derecha de Francia, Chirac, salió de ese modo a defender una compañía gala emblemática, Danone, que estaba en los planes para ser absorbida por el gigante estadounidense Pepsico. La operación finalmente fue abortada. El gobierno francés había previsto un operativo para que bancos, compañías de seguro, fondos de pensión e incluso los trabajadores de Danone pudieran tener una participación accionaria para defender la bandera tricolor de esa empresa de alimentos.”
“Entre otras cosas el presidente dijo: “La inestabilidad del capital en nuestras grandes empresas implica riesgos para el empleo y para nuestra fuerza industrial” (…) “Hay que reforzar el dispositivo de protección de nuestras empresas estratégicas.”
Diario “Página 12” – Buenos Aires, 18 de Noviembre de 2006
Tratar de desacreditar el Estado y contraponerlo a la “iniciativa privada” es — a nuestro juicio desde ya – una actitud poco perspicaz — por decir lo menos — de quienes no pueden comprender que la libertad, que en lo colectivo, no es disponer de emblemas nacionales que supuestamente digan que constituimos una entidad independiente, ni tampoco en lo particular, la existencia de individuos o grupos económicamente poderosos inmersos en países indigentes, que hacen que más temprano que tarde, pierdan sus propiedades sin considerar si son legítima o ilegítimamente habidas.
Los hechos que la Política – cuando tiene verdadera categoría, en el sentido lingüístico pero también en sentido valorativo – maneja es, esencialmente, el manejo de la realidad que está más allá de la tasa de rentabilidad de los negocios, que incluye probables heridas económicas individuales en las que, eventualmente, todos podemos estar de acuerdo en llamar “injustas”. Pero deberemos entender, en un esfuerzo de la voluntad tanto como de la inteligencia, que hay cuestiones que ni siquiera dependen de la comprensión de los seres humanos.
Por decir, es totalmente irracional que la Humanidad entera deplore las guerras que, obviamente se hacen con armas, pero que los impuestos de todos los ciudadanos de los países sostienen bajo el pudoroso nombre de Defensa, la industria de la muerte que hoy ha llegado a un punto de no retorno. O renunciamos a ese medio de asegurarnos la pervivencia o nadie quedará para decirse vencedor. Y eso también es válido para una Economía globalizada que trata a las riquezas naturales de otros países como bienes de una nación y no como el hábitat que todos compartimos. No creemos que sean necesarios ejemplos pero el llamado “cambio climático” es algo más que un toque de advertencia para el criterio económico que abomina de la acción del Estado aunque recurra a él en demanda de soluciones. Porque, todos recordamos nuestros “derechos” aunque pocos se sienten impelidos por las obligaciones.
(1) “Pero a lo largo de la Metafísica, Aristóteles considera que la sustancia es el modo más propio para hablar de ser, como ser que existe en el mundo; por ello no puede ser predicado de ninguna otra cosa, sino siempre sujeto.”
Wikipedia – “Sustancia”
(2) El organismo social de Aristóteles considera al Estado como una especie de ser natural que no surge como fruto de un pacto o acuerdo. El hombre es un animal social («zoon politikon») que desarrolla sus fines en el seno de una comunidad. La política del hombre se explica por su capacidad del lenguaje, único instrumento capaz de crear una memoria colectiva y un conjunto de leyes que diferencia lo permitido de lo prohibido.
Wikipedia – “Aristóteles” – “Filosofía política”