Paul Laurent
Según Nelson Manrique, quienes asumen el liberalismo político y el liberalismo económico como si fueran uno solo son cualquier cosa menos liberales. En sus palabras, son pseudoliberales. Esto es, proclaman pura ideología.
¿Esa su mejor disposición a conocer del tema que critica? Tal parece que estamos ante quien antepone sus mecanismos primarios (puramente instintivos) de defensa frente a lo nuevo (nuevo para él). Esa novedad que activa su intransigencia y lo conmina a negar lo que ve, exactamente aquello que lo motivó a sentarse a escribir unas líneas (en vedad, ya varios articulos).
Recordemos, los radicales de izquierda de antaño solían emplear el argumento de lo puramente ideológico para descalificar a los que no pensaban como ellos. A su entender (muy categórico, por cierto), un “burgués” no estaba en condiciones de discutir nada porque su visión de la realidad la tenía distorsionada por sus intereses de clase. Léase, exhibían principios que no encajaba con sus principios.
Basándose en los clásicos del materialismo dialéctico e histórico (puntualmente de Engels antes que de Marx, según Terry Eagleton en su libro Ideología. Una introducción), muchos “rigurosos” bolcheviques invalidaban al ocasional adversario intelectual imputándole poseer una “falsa conciencia” que lo anulaba para todo intercambio de ideas. ¿Acaso era serio debatir desde la pura subjetividad?, se interrogaban los rigurosos doctrinarios marxistas.
En contraste, era deducible que ellos eran los del “pensamiento científico”. Es decir, llevaban a cuestas el rigor del “pensamiento objetivo”. ¿Ese será el esquema donde se ubica el Manrique? ¿Él no habla pura ideología? ¿Él no tiene ideas? ¿Ni una sola siquiera?
Lo dudo. Recurrir a anular a priori a todo aquel que desde la otra orilla se exprese de modo contrario no es precisamente un proceder muy honesto. La mañosa vanidad clasista (de los que mayormente no eran de la clase que decían defender) tenía a la mano el mote de “idealistas” para rebajar el parecer ajeno y zanjar la discusión.
Ciertamente, así era como se evitaba asumir que hay quienes conciben las cosas de diferente manera. Y la conciben a veces no de forma arbitraria, sino desde de una vieja tradición de pensamiento. Justo a lo que pertenece el liberalismo que Manrique no acepta .
Un liberalismo que es abiertamente distante de Rousseau y Bobbio (a su decir, uno de los más grandes teóricos del liberalismo). Si asumimos que Bobbio se autodefinía como socialista-liberal fácilmente podemos intuir del por qué la predilección. Qué cómodo es armar un liberalismo ad-hoc, que no hiera los sentidos y a la vez decir que ese es el auténtico liberalismo.
De los muchos que existen, el liberalismo que entiende que la libertad económica y política son indesligables responde al legado que antepone las derechos individuales a los del colectivisto. A ellos se adscribieron los fundadores de los Estados Unidos, a esa pura ideología que parió el mayor experimento liberal de la historia.