Paul Laurent
Cada vez que alguien reclama que el único liberalismo válido es el político (rechazando el económico), no puedo evitar recordar la expresión “solución política” en boca de los partidarios del genocida comunista Abimael Guzmán.
Imposible no hacerlo. Imposible no ver los rostros entre cínicos y altivos de quienes invocan ese tipo de remedios a sus particulares problemas. En el caso de estos tipos, sus problemas son los de sus huestes encarceladas por crímenes y destrucción a la propiedad privada y pública (la que siempre les cuesta a los privados, según el negado liberalismo económico).
De eso se trata, de que a través de una “solución política” la justicia que los condenó a envejecer (o hasta morir) en la prisión les abra las puertas. Es decir, para ellos (como para los demás que la solicitan), las consecuencias lógicas y comprensibles de sus demenciales actos no deben de ocurrir.
He aquí el tenor de la “solución política” que es tan propio del liberalismo político: no ser víctima de las decisiones que se ejecutan. Léase, que con esa “solución” se goce de una libertad propia a del desesperado Fausto. Esa libertad que el mítico sabio alemán logró pactando con el mismísimo Lucifer. Desde entonces (en virtud a ese acuerdo), será bello y eternamente joven, además de que sus destrezas en la alquimia y en la magia negra le garantizarán su condición de ser excepcional.
Así es, someterse a un permanente estado de excepción (el estar al margen de los elementos) es lo que encierra la demanda por la “solución política”. Como será de entender, ese tipo de salidas garantizarían firmar contratos y no temer incumplirlos, contraer deudas y no pagarlas, del mismo modo como el (desde lo gubernamental) flexibilizar compulsivamente requisitos para acceder a un crédito, regalar seguros médicos a mansalva y emitir dinero a discreción sin pensar en lo que después habrá de ocurrir con las finanzas.
Eso es lo que los defensores del liberalismo político asumen como posible de llevar a cabo desde el poder. Por ello de lo político. El énfasis no es gratuito. Si pensaran en lo económico sería como aguarse la fiesta ellos mismos. Y a la verdad, no están para destruirse sus sueños por propia mano. Ello es tarea de otros, ¿de los liberales económicos?
Si las huestes del “presidente Gonzalo” se llenaban de mística revolucionaria exclamando (como Mao) que salvo el poder todo es ilusión, los partidarios del liberalismo político (que curiosamente no son precisamente liberales, sino socialistas) igualmente reivindican la capacidad lúdica de huir de la realidad. Al fin y al cabo, a ello es a lo que los empuja la “solución política”.
Evadir los efectos de sus medidas a través del poder del estado es la manera de resistirse a los hechos. Por ende, si estos hechos no “respetan” sus “soluciones puramente políticas”, habrán de juzgar que ese desborde es una irracionalidad (lo contrarrevolucionario hubieran dicho antes) que no estará en lo político, sino en lo que deja en ridículo a lo político. ¿No es esa una actitud igualmente cínica y altiva?