¿Conoce usted la Universidad Peruana de Ciencias y Tecnología? ¿Ha pasado por sus instalaciones últimamente? ¿Sabe que se fundó con el fin de que sea la primera universidad peruana dedicada íntegramente a la ciencia y a la tecnología? No, no la fundó el estado. Tampoco se fundó en los noventa, con la liberalización. Claro, también la fundó un particular a fines de los sesenta. Como era de rigor, no tenía fines de lucro. Pero tenía dueño… Sí, lo tenía… ¿La PUCP, la U. del Pacífico, la San Martín, la Garcilaso, etc., tienen dueño? ¿Los conoce? ¿Un dueño de verdad, como el que más se dice dueño de algo que tiene en su exclusivo poder?
Lástima que la historia nacional sea tan ingrata y que sólo nos quede el apellido del ocurrente inversor privado en educación superior: el soñador Westphalen. Dicho personaje puso todo lo que tuvo en ese proyecto que logró atraer a unos cuatro mil estudiantes en sólo dos años. Sí, sólo dos años. Nada más que dos años. Y no es que fracasara, sino que no contó que un soñador con plata ajena decidiera compulsivamente destruir el sueño que el señor Westphalen comenzó a ejecutar con su plata. Ese otro soñador (con plata ajena) fue el general Juan Velasco Alvarado. Él decidió liquidar el proyecto del señor Westphalen y despojarlo de su universidad. Con lo robado (¿acaso hay otra denominación para ese hecho?) a la Universidad Peruana de Ciencias y Tecnología le daría vida a una de esas tantas universidades sin dueño: la Universidad Ricardo Palma.