Paul Laurent, Teología y política absolutista en la génesis del derecho moderno (Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2005, 231pp).

Este libro parte de una interrogante que será contestada a lo largo de la obra: ¿Qué tan modernas y jurídicas son las bases del moderno constitucionalismo? Sin duda, la sola pregunta arrastra una duda, sino hasta una negación. Por lo mismo, ¿es verdad que hace dos siglos Occidente rompió con los soportes teológicos y político absolutistas que le impedían a los hombres que en él habitaban a explotar ampliamente sus estrenadas libertades? La tesis que se sostiene en este libro denuncia un “no” rotundo. El autor acusa la explosiva mezcla de política y religión que aún subyace en cada hebra de la pretendida institucionalidad republicana occidental. No en vano la modernidad (siglo XVI) asomó junto a la violencia de fanáticos, déspotas y represores. Desde esta óptica, el auge de lo político nunca significó ni la más mediana nulidad de lo religioso. Siempre fueron comparsas, y ambas, al unísono, siempre fueron la negación del derecho (del derecho como reivindicación del individuo y su propiedad). Así pues, este trabajo trata del cómo lo religioso y lo político han terminado inoculándose en aquello que hoy catalogamos como constitucionalismo, una “ciencia” que reivindica soberanas autonomías personales pero que a la vez lleva en su seno convicciones innegablemente antiliberales. Lamentablemente las voces que advierten de este bemol suelen ser foráneas a lo jurídico. Ello no debería de extrañar, pues hace mucho que este saber se ha apartado del campo de las letras y de las humanidades. El positivismo, la sumisión a la norma y a lo que los gobernantes expectoren, ha causado este infortunio. Un infortunio que ha hecho costra. Puntualmente, he aquí el origen de una legalidad contrahecha.

 

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