estado_de_emergencia_-_callao_1-Noticia-723779Detrás de los policías, toda una esquina de uno de los barrios más violentos de la “zona sur” del Callao. Exactamente, entre los jirones Loreto y Guisse. Y si la policía se ubica ahí es porque simplemente busca tener la mejor vista posible. Como desde siempre lo saben los bodegueros, toda esquina es en sí un espacio estratégico.

Las fotografías son elocuentes. Casi cien años antes, mis abuelos apostaron por ese mismo lugar. Recién casados, decidieron que ese sería el punto de inicio de su cambio de suerte. No es que de buenas a primeras compraron el predio que aparece detrás de los policías. No, ellos eran por entonces tan o más pobres como la mayoría de la gente que hoy vive en esas mismas calles.

Como muchos de hoy, por esos años mi abuelo trabajaba en el puerto. Como muchas de hoy, mi abuela buscaba ganar dinero a la par que cuidaba a sus primeros hijos. Pero ella no iba a ningún puerto, simplemente se apostaba en aquella esquina. Lo hacía muy de mañana. Antes de ir al puerto, mi abuelo la ayudaba a instalarse. Con el permiso del propietario de la tienda de abarrotes que estaba ya en esa misma esquina (un italiano), la abuela se apoyaba a la pared de dicho predio para vender lo suyo: agua hervida y carbón.

estado_de_emergencia_-_callao_5-Noticia-723779Así estuvieron por muchos años, hasta el día en el que el italiano decidió regresar a su país y cederles su local a un precio módico. Como recordaba la abuelita, prácticamente fue un regalo que le hizo el italiano en reconocimiento a su duro trabajo. Obviamente, ya no sólo vendía agua hervida y carbón. A partir de ese momento, todo cambiaría. El antiguo predio donde se apoyaba en su período de vendedora callejera fue derruido para comenzar a levantar la fábrica que aparece en las fotos.

La fueron haciendo de a pocos, pero lo primero fue la tienda de la esquina. Luego vendría lo demás: una panadería, un grifo y casas para alquilar. A la panadería el abuelo le dedicaría sus mejores años. Tal es como de empleado del puerto y de vendedora callejera, el abuelo y la abuela pasaron a ser dueños de sus propias casas y comercios. Y de la mano de esa gesta personal, llegó el respeto y consideración de quienes fueron testigos de sus logros.

callao-Noticia-723684Como se desprende, por esos días esa esquina (como otras de la zona) estaba muy lejos de representar peligros semejantes a los de hoy. El lumpen, los sicarios juveniles y la gente de mal vivir no marcaban la pauta. La marcaban historias familiares de éxito empresarial.

En respeto a esa superación alcanzada, el abuelo rechazará una invitación de sectores cercanos al presidente Manuel Prado para ser alcalde del Callao. Sin educación formal, su razonamiento fue el de un hombre que forjó sus bases morales en el duro esfuerzo personal: No aceptaré —decía— porque no quiero que nadie diga después que lo que tenemos lo hemos logrado con la política, cuando todo ha sido alcanzado con nuestro trabajo.

Y todo desde esa esquina, la misma que antes de ser terminada fue derruida por el terremoto de 1940. Como una caída de tantas, la volvieron a construir. Y en lo alto se colocó el nombre de mi abuela.

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