El país que en todas las encuestas ha exhibido una de las peores calificaciones en materia de apego por la democracia en la región, vive una ola de protestas que ya lleva medio centenar de muertos. Según la versión que predomina, esas protestas no son más que un grito de hartazgo por el olvido del estado.

Empero, ¿ello realmente es así? ¿Estamos siendo testigos de una lucha por una nación más democrática? ¿Todo ello se activó repentinamente desde el intento de golpe de Pedro Castillo, cuando por medio de un sorpresivo mensaje a la nación llamó a sus huestes a salir a defender “la democracia”?

¿Son de esa traza los ronderos que no hace mucho torturaron a mujeres acusándolas de brujas y secuestraron periodistas? Recordemos lo que por entonces se dijo de manera grotesca: “los ronderos nunca secuestran”. Es decir, cualquier mortal puede hacerlo, menos un rondero.

Ello en el norte del país. En el sur al parecer las cosas no son diferentes. Sólo hay que escuchar o leer a algunos “expertos” sobre la ancestral tradición comunal de los pueblos andinos, como si ella fuera por sí misma una garantía de civilidad. El solo recuerdo de la  matanza de periodistas en Uchuraccay en 1983 como la quema del alcalde de Ilave Cirilo Robles por comuneros aimaras en el 2004  nos enrostra lo contrario.

En la Amazonía esos asuntos no son distintos. A pesar de la narrativa hegemónica que habló de una matanza de nativos en Bagua en el 2009, el recuento de víctimas arrojó que de los 33 muertos 24 fueron policías, 5 aborígenes y 4 pobladores de la ciudad.

Sin soslayar que las fuerzas del orden han solido imponer su autoridad a sangre y fuego con suma facilidad casi siempre, por el lado de los protestantes la violencia no es ajena. Y fueron a éstos que durante meses se les azuzó a conciencia desde Palacio de Gobierno, procediendo con más sentimientos que razones, con más rencor que inteligencia. Justo esa dimensión de furia que ha expectorado a Antauro Humala de escena, pero no a su discurso xenofóbico.

Mientras que en las viejas democracias las exigencias étnicas se diluyen, por aquí ellas pugnan por convertirse en normas de “modernidad y democracia”. Es una regresión a la república de indios y de españoles, con la diferencia que lo “moderno y democrático” será que los “indios” ahora se impongan a los “españoles”. ¿Pero quiénes harán de “indios” y quiénes de “españoles”?

Por lo pronto, es más sencillo formar unas fuerzas del orden democráticas (que no violenten ni asesinen) que un pueblo falsamente democrático (que también violenta y mata). Así pues, ¿cómo fortalecer la democracia con gente que desprecia al otro por el simple hecho de ser otro? En esa línea, ¿cómo apuntalar nuestra democracia con mentiras, hablando de una convulsión social cuando lo que prima es el afán por cuotas de poder con mafias de por medio? O todo el poder, con mafias de por medio.

(Publicado en “Contrapoder”, suplemento dominical del diario “Expreso”, Lima, 22 de enero de 2023)

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