La decisión inicial del primer ministro inglés Boris Johnson de dejar que el conoravirus se desplace libremente sobre su nación, solo puede hacernos recordar que en la mayor de las islas británicas el escepticismo político está inserto en la médula de su constitución. Aunque luego Johnson modificó su medida, el mensaje fue claro: aquí no nos gustan los estados de excepción, privilegiamos las libertades ciudadanas.

Casi cien años atrás, el filósofo español José Ortega y Gasset advirtió esa solución aparentemente irracional. En La rebelión de las masas (1929) recordaba que a inicios del siglo XIX la industrialización había dado vida a un “nuevo tipo de hombre”, más criminoso que los de antaño. Así es como con innegable aire clasista se refería al obrero industrial, el que con su áspero comportamiento propició en Francia la creación de una numerosa policía. El fenómeno se replicó en todo Europa, salvo en Inglaterra.

A pesar de la novedad de una delincuencia urbana nunca antes vista y en constante crecimiento, los conservadores que estaban en el poder (los antepasados de Johnson) se resistieron a fundar un sistema de policía similar a la que por entonces se reproducía en el resto del continente. Estoicamente, optaron por aguantar la criminalidad “hasta donde se pueda”. Y cuando se animaron a tener su cuerpo de policía, lo alinearon a su constitución. En palabras de John William Ward, prefirieron ver que cada tres o cuatro años se degüella a media docena de hombres en Ratcliffe Road, que estar sometido a visitas domiciliarias, al espionaje y a todas las maquinaciones de Fouché.

Sin tapujos —advertirá Ortega y Gasset—, se expresaba una idea muy distinta del estado. Apostaban por un estado limitado por derechos ciudadanos. Así, salvaguardaban el día a día de la gente. La protección de esta normalidad que colocaba al comercio libre y a todo lo que este acarrea (defensa de propiedades y contratos) les era preeminente. Tal es como defendían un modus vivendi que fue cincelado en el convulso siglo XVII, al precio de la cabeza de un rey amante de las excepciones.

(Artículo no publicado por la cuarentana decretada por la epidemia del COVID-19, que hubiese correspondido a la edición del domingo 22 de marzo de 2020 de Contrapoder, suplemento del diario Expreso de Lima, p. 8)

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