Nacido en 1897, Ludwig Erhard se doctoró en economía en 1925 bajo la batuta de Franz Oppenheimer. Famoso desde la publicación de El estado en 1908, Oppenheimer influyó fuertemente en intelectuales libertarios, comunitaristas y anarquistas de Europa, Norteamérica y Asia.

En Alemania Erhard asumirá esas tesis desde el protestantismo. Por este cauce desembocará en la doctrina de la economía social de mercado, la que sólo le será factible a través de la libre competencia. Sin embargo, el cooperativismo y la carga religiosa de Oppenheimer (descendiente de rabinos) lo acompañarán de por vida.

Como al que más, los doce años del régimen nacional-socialista lo marcaron grandemente. Una vez terminada guerra en 1945, Erhard fue nombrado consejero económico de las fuerzas de ocupación estadounidense y Ministro de Comercio e Industria de Baviera (1945-1946).

En marzo de 1948 las tres zonas de ocupación aliada (la británica, la estadounidense y la francesa) se unifican y fundan el Banco de los Países Alemanes con miras a realizar una reforma monetaria. Manejada en absoluto secreto, la reforma se hizo efectiva el domingo 20 de junio de ese año. Junto a ello, arribaron “otras novedades”: la eliminación del racionamiento de los bienes de uso diario y la liberación de los precios. Si la creación del nuevo marco alemán fue idea del oficial de inteligencia norteamericano Edward Tenenbaum, la de eliminar los racionamientos y liberar precios fue de Erhard.

Ni bien el alto mando aliado se enteró de lo acontecido, citó a Erhard urgentemente. Le recriminaron el haber violado todas las leyes militares. En especial las que prohibían todo cambio en materia de control de precios. El rechazo fue casi unánime, salvo por un solo miembro del alto mando de ocupación: el general Lucius Clay, a la sazón jefe de dicho alto mando, quien lo apoyó.

Obviamente en un comienzo la angustia fue inevitable. Sobre todo cuando los precios se elevaron y el desempleo se impuso. Ello hasta que pocos días después se estabilizaron los precios y se reactivó el comercio con gran intensidad. Hasta mediados de la década del sesenta el comercio exterior se duplicó y hasta triplicó. La producción industrial se multiplicó por seis de 1948 a 1964. Tal es como se dio inició al “milagro económico alemán”.

A diferencia de las soluciones socialistas, se trasladó la iniciativa del progreso a la propia gente. A inicios de la década de 1950 ya la cobertura de mano de obra era insuficiente. Se requería de la presencia de extranjeros. De este modo, la sugerencia del John Foster Dulles (Secretario de Estado de los EE.UU.) de “devolver” a Alemania a su etapa preindustrial pasaba al olvido.

Como no es de extrañar, el éxito de la liberalización hizo que se oyeran voces que buscaban disminuir el logro alemán. En Francia el socialista Pierre Mendes France argumentó que dicho auge no se debía a las políticas de mercados abiertos, sino al Plan Marshall. Empero, es imposible medir tal éxito desde un plan de rescate de 13 mil millones de dólares donde a Alemania le correspondió apenas unos 1500 millones.

Todo este aparente prodigio ocurrió antes de la fundación de la República Federal de Alemania. Aún Erhard no asumía como Ministro de Economía de Adenauer, pero el “milagro” ya estaba en marcha. Se mantendría en el cargo hasta 1963, cuando suceda al anciano canciller.

Aunque solo gobernará por tres años, cuando deje el poder en 1966 Alemania era nuevamente la tercera potencia económica del mundo. El haber crecido casi de manera ininterrumpida un promedio de 7% anual a lo largo de veinticinco años generó ese resultado.

(Publicado en Contrapoder, suplemento del diario Expreso, Lima, 11 de junio de 2023, p. 8)

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