Somos lo que podemos, pero sentimos lo que somos

Stendhal

 

Comprometido matrimonialmente a la usanza decimonónica —buscando elevar el prestigio social y el patrimonio—, en la década de 1820 el joven Jean Frédéric Adolph Laurent Chenel dejó su Francia natal para conocer personalmente a su futura esposa en la remota Sudamérica. Tal es como el hijo de Jean-Baptiste Laurent y de Marie Chenel partió hacia la recién emancipada Argentina, la que por entonces tenía por nombre oficial Provincias Unidas del Río de la Plata.

Su destino fue Santiago del Estero, antigua ciudad de conquistadores españoles (desde ella salieron los fundadores de Córdoba, Jujuy, La Rioja, Salta y Tucumán). Será en esta importante villa andina donde en 1826 contraiga nupcias con la hija de 17 años de edad de los notables santiagueños Pedro Ignacio Urrejola y Josefa Ignacia de Gorostiaga: doña Josefa Ignacia Nicolasa Urrejola y Gorostiaga. Por entonces en las élites del lugar los apellidos vascos desplazaban a los andaluces.

A esa prosapia se unirá el ahora conocido como Federico Laurent. Nacido en Alençon en 1803, este normando apostó por enlazar su vida a la hija de una prestigiosa familia santiagueña venida al mundo en 1809 (un año antes de la Revolución de Mayo). Es decir, fue alumbrada aun al amparo del dominio del imperio español. Un régimen al que sus mayores sirvieron con esmero desde los días en los que el abuelo Alonso de Alfaro y Castilla se instaló en esa ciudad por entonces (fines del siglo XVII) perteneciente al Virreinato del Perú.

De origen humilde, este aventurero y soldado nacido en Cádiz alrededor de 1670 será el que de origen a su estirpe en esta parte del continente americano. Un linaje del que saldrán funcionarios y políticos a lo largo de los siguientes siglos, y que se reproducirá a lo largo y ancho de las actuales repúblicas de Argentina, Chile, Bolivia y Perú.

Es innegable que el emprendedor Alfaro superó su inicial condición, pues se le verá en importantes cargos en la administración virreinal. Establecido primeramente en Buenos Aires y dedicado al transporte de carga y ganado, su existencia pública será visible durante la primera década del siglo XVIII. Siempre dedicado al tráfico de mercancías en la ruta hacia el Alto Perú, se le detectará como propietario de una chacra en Santiago del Estero y encomendero de Guañagasta hacia 1702. ¿Ello fue parte de su creatividad empresarial en la economía de la región o parte de su proximidad al poder local?

La interrogante no es arbitraria, siendo que en ese mismo período el gobernador de Tucumán Esteban de Urizar y Arespacochaga lo hace depositario de los indígenas de Guaype (1707). Así es como el ascenso social que sus éxitos mercantiles le brindaron (convirtiéndose en uno de los comerciantes más importantes de la región) son reforzados por su actividad pública y militar, siendo que será seguidamente nombrado (en 1712) alférez real propietario, justicia mayor, capitán de guerra y maestre de campo. Son los pasos previos para su designación como oidor de la Audiencia de Charcas, teniente gobernador (1713) y —ante la destitución de Isidoro Ortiz de Haro por pedido del cabildo de Salta al Virrey del Perú— gobernador interino de Tucumán. En este puesto estuvo por seis meses (entre 1725-1726) hasta el arribo de la nueva autoridad.

Ese fue su máximo logro en la función pública, dándose que falleció en ese mando o a poco de dejarlo. Culpando de sus males a las hechiceras santiagueñas, por propia disposición testamentaria su cuerpo será ingresado en el Convento de Santo Domingo de Santiago del Estero. En su lápida aún es visible la inscripción: “Alphonsi de Alfaro, Istitus Provinciae Praetoris, patriae patris, piis manibus” (De Alfonso Alfaro, gobernador de esta provincia, padre de la patria, a los píos manes).

Su elección para reposar eternamente en un solar perteneciente a la orden jesuita no fue casual. Ello porque Alfaro fue un celoso protector de la milicia evangélica de san Ignacio de Loyola. Con el gobernador Urizar los favoreció en su brega por colocar en reducciones a los indios lules, llegando incluso a redactar una obra titulada Ordenanzas para el buen tratamiento de los indios de Tucumán y Paraguay (igualmente compuso Ordenanzas de la ciudad de la Rioja).

Como hombre que superó su pobreza inicial, la muestra de que ello se dio en Santiago del Estero es que en dicha villa contrajo nupcias en dos ocasiones. Su primer connubio se dio con Manuela de Alba Bravo de Zamora y el segundo con Gerónima Carranza. Dado que con esta última —con la que se unió a poco de enviudar— no tuvo descendencia, su prole sólo provendrá de las dos hijas que tuvo con Manuela de Alba Bravo de Zamora —descendiente del conquistador Lope Bravo de Zamora, uno de los primeros pobladores de Santiago del Estero y directa antepasado de los próceres Juan José Castelli, Manuel Belgrano y Juan Francisco Borges— acaso a fines del siglo XVII. Hija del sevillano Francisco de Alba (ayudante general y escribano del cabildo de la ciudad santiagueña) y de la santafecina —pero de familia santiagueña y nieta sevillanos arribados a la región  en el siglo XVI— Catalina Francisca Bravo de Zamora y Vélez de Alcocer, doña Manuela alumbró a Josefa y a Isabel de Alfaro.

Josefa se casará con maestre de campo Domingo Gerónimo de Frías e Isabel con el general y teniente gobernador (1728) de Santiago del Estero Gerónimo de Peñaloza. Como demostración de que estas uniones no se dieron al azar, el historiador Héctor Peralta Puy recoge la información que en 1711 Urizar ordenó al cabildo que aliste una tropa de soldados e indios malbaláes rumbo a Buenos Aires, pasando antes desde los límites de San Miguel hasta Santa Fe. El líder de la misión será Alfaro, pero los encargados de ejecutar lo dispuesto por el gobernador serán sus yernos. Clara muestra de la estrecha relación entre ellos, tanto de sus personas como de sus actividades públicas y privadas.

Será con la descendencia de Isabel y Gerónimo que encontraremos a la bisabuela de la futura señora Laurent. Bautizada como Josefa de Peñaloza y Alfaro, se unirá en matrimonio con el capitán Esteban de Urrejola (Urrexola) e Izarza, quien llegó a ser alcalde de Villa de Ochandino, su pueblo natal vizcaíno. Entre otros diez hijos e hijas, estos serán padres de María Josefa, Bernardina Luisa y Fernando de Urrejola y Peñaloza.

Casada con el oficial del ejército hispano-luso e importante comerciante del Alto Perú Manuel Pedro Borges, María Josefa de Urrejola y Peñalosa fue madre del ya citado Juan Francisco Borges y Urrejola. Este santiagueño luchó en 1781 contra las tropas de Túpac Catari, cuando atacó la ciudad de La Paz en medio de la rebelión de José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II. En ese hecho fallecieron su padre y un tío.

Dedicado al comercio y a la milicia como su padre, Borges y Urrejola viajó a España inicialmente por temas judiciales entre 1802 y 1808. Haciendo valer sus servicios de armas en favor de la monarquía hispana, se le otorgará el título de Caballero Cruzado de la Orden de Santiago. A la par de estas diligencias y reclamos de honores y mercedes, su estadía en Europa lo nutrirá de las novedades de su tiempo. Así es como a poco de volver a su patria apoyará la revolución de 1810 y en 1815 y en 1816 liderará las revoluciones autonomistas de Santiago del Estero.

Por este acontecimiento —y con respaldado del Congreso de Tucumán—, Borges y Urrejola será fusilado en 1817 por orden del general Belgrano (pariente de su madre) en el mismo recinto donde reposan los restos de su antepasado Alonso de Alfaro y Castilla: el Convento de Santo Domingo, a manos de los dominicos luego de la expulsión de los jesuitas. Forzando su legado más que siguiéndolo —pues ello acontecerá a la sombra del caudillo unitario Manuel Taboada—, su hijo Juan Francisco Borges (tenido en con su esposa Catalina Medina y Montalvo, descendiente por vía paterna del conquistador y gobernador tucumano Gaspar de Medina) llegará a ser gobernador de la Provincia de Santiago del Estero entre 1857 y 1859. Este Juan Francisco nació siete meses después del fusilamiento de su padre.

Hermana de Juan Francisco Borges fue Francisca, unida en matrimonio a José Domingo Iramain, por lo tanto padres del capitán Gregorio Iramain Borges. Combatiente en Salta, Tucumán, Vilcapujio y Ayohuma, fue capturado por las tropas del rey y enviado al presidio del Callao en el Perú. Resáltese que en su momento doña Francisca le brindó a su pariente Belgrano su amplia y cómoda casa cuando éste arribó a Santiago del Estero durante sus correrías contra la corona española.

En cuanto a Bernardina Luisa Urrejola y Peñaloza, se desposó con el capitán José Antonio Gorostiaga y Amézaga (herido mortalmente por una lanza de los indios tobas de Jujuy en 1781). Por su hijo Pedro Pablo Gorostiaga y Urrejola (seguidor del caudillo Juan Felipe Ibarra) fueron abuelos de José Benjamín Gorostiaga Frías, tenido (junto a Juan Bautista Alberti) como padre de la Constitución argentina de 1857.

Por último, Fernando de Urrejola y Peñaloza fue padre de Pedro Ignacio Urrejola, quien como miembro del cabildo y alcalde de Santiago del Estero de adhirió a la Revolución de Mayo de 1810. He aquí al padre de Josefa Ignacia Nicolasa de Urrejola y Gorostiaga, quien desposada con Federico Laurent partió aparentemente rumbo a París, aunque alrededor de 1830 se les tiene en el Perú.

Share This